miércoles, 20 de noviembre de 2013

El grupo oquendiano de Puno (PICOA)

Escribe: Gloria Mendoza Borda
Los Andes. Puno, 4 nov. 2013

En mis años de adolescencia, el joven poeta José Luis Ayala, en la ciudad de Huancané, me invitó a pertenecer a la Promoción Intelectual Carlos Oquendo de Amat de Puno, conformado hasta entonces, además de Ayala por Omar Aramayo, Gerardo García, Percy Zaga, Serapio Salinas. Fui invitada al grupo cuando yo aún estudiaba secundaria. Eran tiempos de grandes cambios en la cultura latinoamericana, por un lado la Revolución Cubana, la Revolución Cultural China, la Revolución Vietnamita, y de los movimientos guerrilleros en el Perú. Los jóvenes de entonces fuimos sacudidos por las muertes de Javier Heraud y de Edgardo Tello.

El conocimiento de esta poesía motivó la formación de grupos literarios. Quedé consternada con el paso del Che Guevara por el Altiplano, y particularmente su hospedaje en la casa de mi padre sin que sepa mi madre porque la casa era grande, con destino a Bolivia; reafirmó mi convicción por la tierra de mis raíces, allí donde Oquendo lloraba escuchando sicuris en recuerdo de su madre muerta, allí donde también bailaba charlestón en las fiestas familiares. Tengo muy presente una Lectura de Poesía que hicimos en Huancané en el Cine Azul, singular local con techo de paja y paredes de adobe.

Los integrantes éramos muy jóvenes y los señores del pueblo colaboraban con los poetas entre sorprendidos e incrédulos, empezando por mi padre. Fue una noche especial, hubo apagón como en cualquier pueblo alejado. Percy Zaga buscó unas velas y las encendió junto a las cartulinas de colores con los nombres de quienes íbamos a leer; no sé si José Luis o quién consiguió unas calaveras, las pusimos cerca a las velas que irradiaban una luz opaca como en un escenario alucinado. Y empezamos la lectura de nuestros poemas que se acercaban a un extraño vanguardismo, la gente aplaudía sonriente pero por supuesto poco entendían.

Naturalmente ni nosotros sospechábamos que era el inicio de una larga historia personal, porque cada uno de los oquendianos tiene obra continua hasta hoy. El diario Los Andes dirigido por Samuel Frisancho acogía nuestros trabajos, nos antologaba, dábamos lecturas de poesía en emisoras, en el Instituto Americano de Arte, en la Universidad del Altiplano. Nuestro Grupo editaba la revista Sur Intenso, que apenas llegó a los tres números. Nuestro Grupo tuvo espectaculares presentaciones. Era increíble como los integrantes de la PICOA asumían con pasión la literatura, éramos demasiado jóvenes pero parecíamos viejos cultores de la palabra. Recuerdo que éramos jóvenes de actitudes espontáneas. Nos caracterizábamos por una manera particular de vestir usando algunos atuendos andinos. Nos distinguíamos de los solemnes poetas jóvenes cuzqueños y arequipeños que también tenían sus grupos literarios comprometidos con la problemática social en esos años, se saludaban con una respetuosa reverencia, y se llamaban poeta con una entonación especial.

En cierta medida nos acercaba un cordón umbilical a lo que fue el Grupo Orkopata, con la diferencia que ellos empezaron a trabajar en la literatura siendo algunos mayores en comparación a la edad temprana en que nosotros empezamos. Por ser otra época teníamos seguramente muchos de nosotros la influencia de Oquendo, de Heraud, de los surrealistas franceses, del socialismo, de los Orkopata, sobre todo de la cultura andina aymara y quechua, con la pureza de sus colores, de las zampoñas, de la danza, de la diablada, de las islas encantadas, del lago eterno en el espejo de nuestros ojos distantes. En cambio el Grupo Orkopata llegó a publicar en forma más orgánica las revistas Tea y Titikaka, buscaron una proyección internacional desde la periferia. En toda su historia Puno tiene dos grupos importantes, el Orkopata y el nuestro.

En la literatura nacional muchas veces cuando se habla de literatura indigenista se empieza con Ciro Alegría, Arguedas, y se desconoce a los poetas y narradores de la ciudad lacustre. Grave error, teniendo en cuenta que ellos empezaron a escribir a mediados de los años veinte, y a definirse como andinos lanzando la primera lustrosa piedrecilla al Titicaca, por el maestro José Antonio Encinas. Empezamos a escribir asumiendo la significativa defensa de la cultura aymara y quechua, varios de nosotros fuimos hijos de profesores y profesoras rurales.

Dicen que raras veces aparecen generaciones contundentes en la historia de los pueblos. A estas alturas puedo decir que el grupo cumplió su cometido, hablamos de lo vivido y lo estudiado, de lo inventado, de lo creado. De lo que fue y de lo que será. Yo no creo que hubo marginación de los medios de comunicación en Puno, al contrario, fuimos apoyados. El campo había sido preparado por los Orkopata, no surgimos de la nada, hubo un lazo, una danza, una música, un color que nos esperaba. Nuestro itinerario literario estuvo preparado por los apus, nos consternaban las montañas, las vicuñas, la flor de la kantuta. En mi caso me consterna el recuerdo de la escuelita rural Sollata (Juliaca) donde mi madre fue profesora; una escuelita rodeada por un río y para entrar a la misma teníamos que pasar por un puentecillo de piedra. Allí la fruta nacional del mundo andino era la naranja traída de la selva puneña; en las noches sin luces artificiales miraba el cielo estrellado y la luna pintada en el río, seguramente de allí viene el nombre de mi libro Dulce naranja dulce luna. Luego trasladaron a mi madre a la escuela rural de Titili (Huancané), allí niños aymaras fueron mis compañeros, desde esa escuelita mirábamos el lago sin término, el lago eterno y gigante en la memoria.

Ese era mi universo, con los años creció en mí esta convicción, la defensa de los míos. La primera actividad literaria grande que hizo el grupo oquendiano, fue el Primer Festival de la Poesía Surperuana en 1966, con la presencia de la voz batallante de Luis Nieto Miranda y Guillermo Mercado. Además estuvieron Alfredo Cateriano, Angel Avendaño, Xavier Bacacorzo y otros. Las lecturas y debates de poesía se hicieron al aire libre, en mercados, en el Parque Pino, el Cementerio, y en el Parque Dante Nava. Nosotros lucimos con Orgullo aymara a nuestros poetas mayores como Gamaliel Churata que estaba bastante enfermo, Mercedes Bueno Morales, Efraín Miranda Luján, Alejandro Peralta, Aurelio Martínez, Inocencio Mamani, Alberto Cuentas Zavala, José Paniagua, y otros. Leíamos con respeto a nuestros poetas que provenían casi todos del Orkopata. Por ello, en muchas ocasiones, dije que no fuimos los jóvenes poetas parricidas, teníamos respeto por los mayores. La PICOA viajaba a provincias llevando poesía, como queriendo decir “aquí estamos, esta es la poesía que escribimos”. Inicialmente nuestra actividad era solamente en Puno y provincias.

Motivos de estudios superiores de los integrantes nos llevaron a otras ciudades como Arequipa, Cuzco, Lima y Ayacucho donde también había el Grupo Literario Masa. Algunos de los ex militantes hemos viajado al extranjero en afanes literarios y nos hemos fortificado dentro de la literatura andina, como el otro camino de la literatura peruana. El Segundo Festival de la Poesía Surperuana se realizó en Arequipa al siguiente año, y allí terminó el periplo. Hoy existe en Puno el Grupo Sur Peruano de narradores, liderado por Jorge Flórez-Aybar y Feliciano Padilla.

Fuimos los primeros en enarbolar el nombre de Oquendo cuando en el Perú era casi un desconocido, apenas había publicado unos poemas en las revistas Amauta y Mercurio Peruano. En 1926 publica su libro 5 metros de poemas. Luego de defender la pureza de la poesía y una posición apolítica, Oquendo adoctrinado por José Carlos Mariátegui y por el abogado puneño Vicente Mendoza Díaz, asume una opción política definitiva. Tanto Oquendo en Arequipa, como Mendoza Díaz sufrieron prisiones. Mendoza Díaz coindició con el poeta batallante Luis Nieto Miranda en el Frontón, en el Sexto, en el Sepa.

El Grupo nuestro pasa los 45 años de creación. Es verdad que nos hemos desarticulado como grupo, pero sigue vigente en cada uno de nosotros la lección luminosa, mágica, gratificante, mítica, vanguardista de Oquendo que revolucionó la poesía peruana. Casi todos estamos produciendo literatura andina con una perspectiva distinta.

El mayor de los integrantes de la Promoción Intelectual Carlos Oquendo de Amat es José Luis Ayala (Huancané, 1942), poeta, narrador, ensayista, poeta de múltiples aventuras con la palabra, con casi 60 libros editados; destaco algunas obras como Viaje a la ternura (Arequipa, 1966); Celebración del universo (Lima, 1976); Canto sideral (Lima, 1984); Sinfonía al Señor de Sipán (Lima, Lima, 1994); Carlos Oquendo de Amat: biografía y crítica literaria (Lima, 1998); Eternidad de Manuelita Saenz (Lima, 2001); Nosotros somos también humanos (Lima, FAMET S.A.C. 2001); Cábala para inmigrantes, antinovela (Lima, 2004).

Omar Aramayo (Puno, 1947) escribe poesía, narrativa y ensayo, tiene el mérito de haber incursionado muy joven en la literatura peruana, a los quince años publicó el libro Aleteos al horizonte, luego vendrán Antigua canción, Prohibido pisar el Césped, Axial, Los dioses, Caleidoscopio, entre otros libros, uno sobre Carlos Oquendo de Amat en la selección de Aramayo y Rodolfo Milla.

Serapio Salinas (Puno, 1945), su poesía está dispersa en unas cuantas revistas como Sur Intenso, Apumarka, Utaraya, lamentablemente se nos fue antes de tiempo en la ciudad de Lima el 2001, esperamos que la Universidad de Puno edite su obra completa.

Percy Zaga Bustinza (Puno, 1945), es un poeta carismático, que se distingue por haberse quedado a vivir en Puno y manifestar abiertamente sus rebeldías. Publicó Maité y cinematógrafo de lienzo y bambú (Lima 1992). Gerardo García Rosales (Jauja, 1946), estudió Pedagogía en Juliaca, entre otros es autor de libros de poesía y narración como Puerto olvido (1967), Heredad del árbol (1967), En memoria del hogar y de la penumbra (1968), Rojo de Origen (1974), Al pie del monte (1975), El cuervo blanco (1984), Rosamar y los grillos (1980), Florecimientos (1988), Los autores del mar (1986), Aquel hombre Xauxa (1996), Luna de Agua (2000).

Gloria Mendoza Borda (Juliaca, 1948), escribo poesía, testimonio y ensayo, entre otros libros publiqué El legendario lobo (Lima, 1997), La danza de las balsas (Lima, 1998), Dulce naranja dulce luna (Lima, 2001) y espero editar este año Paqariña deshojando margaritas con el prólogo del escritor español don Manuel de la Puebla; No digas que no sé atrapar al viento (arteidea editores, 2011); Desde la montaña grito tu nombre (Lluvia editores, 2013 ) y Amtasiña (UNA, 2013). Colaboro en revistas nacionales e internacionales. Algunos escritores de la nueva hornada de Puno han empezado hacer estudios sobre la PICOA, allí nos tienen haciéndonos entrevistas, buscando nuestras rutas. Algunos de los ex militantes del Grupo Oquendiano, estamos antologados en Latinoamérica y Europa, hemos sido traducidos. Somos publicados en revistas y periódicos.

 Cuando era niña escuchaba hablar en la casa paterna mucho de Oquendo, de un poeta sumamente silencioso e inteligente, aquejado por la batalla de la tuberculosis, al extremo que hasta conocidos se alejaban de él por temor al contagio. Muy amigo de mi tío Vicente Mendoza Díaz, de mi padre, de los Ayala, de los Olazábal, de los Machicao y de muchas otras personas. En Huancané participó dando conferencias en el Grupo Humberto Luna. Los oquendianos con la emoción de la juventud nos metíamos en la cinta magnetofónica del autor de 5 metros de poemas sin querer esperar ni un minuto de intermedio, recorríamos el río Chiasi, Milly Milly, Cueva de Ijmaría, subíamos al Pueblo Viejo, Compuerta de Pecosani, Moho la ciudad flor, allí donde la pachamama florece eternamente y el poeta supo aspirar el aire a flor y tierra húmeda bajo la manta de un lago turquesa que sabe apoderarse de nuestras retinas hasta siempre en el advenimiento de este nuevo siglo.



http://www.losandes.com.pe/Opinion/20131104/76069.html










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