sábado, 24 de diciembre de 2016

Navidad peruana


Feliz Navidad y Próspero año 2017 


Nacimiento (también llamado "pesebre" o "belén") Cusqueño - Feria tradicional de Arte Popular Cusqueño, SANTURANTIKUY 2014
Foto que pertenece a este FB

sábado, 3 de diciembre de 2016

Conversatorio sobre Inca Garcilaso de la Vega en La Paz

La Embajada del Perú en Bolivia organiza el conversatorio: 
"Inca Garcilaso de la Vega en, 1616-2016, en los 400 años de su fallecimiento"

Ph.D. José Antonio Mazzoti (Perú)
Dra. Ximena Medinacelli (Bolivia)


Auditorio "Salvador Romero"
Facultad de Ciencias Sociales
Universidad Mayor de San Andrés (UMSA) 
La Paz - Bolivia


12 diciembre, 6:30 p.m. 
Ingreso libre



miércoles, 30 de noviembre de 2016

Libro: "Vilcabamba y la arqueología de la resistencia inca"

El Comercio.  Lima, martes 29 de noviembre del 2016
http://elcomercio.pe/eldominical/actualidad/vilcabamba-ciudad-que-salio-bosque-noticia-1949802

Vilcabamba: La ciudad que salió del bosque

En el libro "Vilcabamba y la arqueología de la resistencia inca", reconstruyen la vida en la ciudad perdida de los incas.


Jorge Paredes Laos
@jorgeparedeslao



“Fue como ingresar a un nuevo mundo o cruzar una noche verdosa”, dice el investigador Brian S. Bauer. La comunidad de Espíritu Pampa está ubicada entre los ríos Chaupi y Concevidayoc, en la selva profunda del Cusco, donde unas cuantas familias se dedican al cultivo de la yuca, el choclo, la caña de azúcar y la coca en una vasta región amenazada hoy por el narcotráfico. Los rayos del sol se filtran por las altas copas de los árboles, y proyectan en el bosque diversas tonalidades de verde que cambian durante el día hacia el amarillo o el marrón. Después de unas horas de caminata por esta región, se llega hasta unos muros de piedra que son los últimos vestigios de Vilcabamba, la ciudad perdida de los incas, que fue quemada por su último soberano para evitar que fuera saqueada e invadida por los españoles. En esta inexpugnable zona subtropical, los últimos descendientes de Manco Inca se resistieron a ser conquistados y formaron un gobierno autónomo que sobrevivió por 35 años, entre 1537 y 1572.

Para los arqueólogos e investigadores, Vilcabamba ha sido siempre un enigma, una especie de eslabón perdido que ha sido buscado con tesón para saber cómo era la vida en los días finales del incario. El antropólogo Brian S. Bauer y los arqueólogos Javier Fonseca Santa Cruz y Miriam Aráoz Silva publican ahora un libro —“Vilcabamba y la arqueología de la resistencia inca”— que reconstruye la historia y da cuenta de distintos hallazgos realizados en esta región a partir de excavaciones individuales y de proyectos llevados a cabo por la Dirección Desconcentrada del Ministerio de Cultura del Cusco, en sitios como Vitcos, Espíritu Pampa, Tendi Pampa o Yurak Rumi, todos ubicados al otro lado de la cordillera, y que fueron levantados a salto de mata por una nobleza quechua en el exilio.

Después de la muerte de Atahualpa y de la caída del Cusco, un grupo de nobles cusqueños se negó a aceptar la hecatombe. Manco Inca, quien antes había colaborado con los españoles, se sublevó contra ellos en 1536 y se vio forzado a huir luego a una región montañosa conocida entonces como Vilcabamba.

Las huestes rebeldes ocuparon primero la ciudad de Vitcos y, cuando esta fue atacada y saqueada por los españoles, escaparon hacia las partes altas de la montaña. Ahí levantaron diversos emplazamientos y sentaron las bases de un gobierno independiente que puso en jaque al poder español.

Manco Inca logró salir victorioso en varios enfrentamientos , pero su suerte cambiaría alrededor de 1544. Entonces, Gonzalo Pizarro se había levantado contra el rey de España—los conquistadores también vivían su propia guerra civil— e iniciado una serie de asonadas en el Cusco. Según cuenta Bauer en el libro, uno de estos grupos de españoles sublevados llegó a ser acogido por Manco Inca en Vilcabamba. A pesar de los buenos tratos recibidos, los hombres terminarían conspirando contra el inca y tramando su asesinato.

Titu Cusi Yupanqui era un niño cuando vio morir a su padre, quien fue atacado sorpresivamente con puñales y cuchillos (“Ellos eran siete y mi padre no tenía arma ninguna”, contaría después). En estas circunstancias, su hermano mayor, Sayri Túpac, tomó el poder y, a diferencia de su padre, buscó desde un inicio negociar con los españoles. Luego de conversaciones entre emisarios de ambos bandos se acordó una reunión entre el nuevo inca y el virrey en Lima. En octubre de 1557, Sayri Túpac salió de Vilcabamba con un gran séquito rumbo a la lejana y desconocida capital del virreinato. Aquí se entrevistó con el virrey Andrés Hurtado de Mendoza y, después de aceptar ser bautizado, le fue concedido el repartimiento de Yucay, unas tierras que antes habían pertenecido a su abuelo Huayna Cápac.

El inca regresó triunfal al Cusco, aunque este acuerdo no puso fin a las hostilidades. Las cosas se complicaron con su repentina muerte, pues las negociaciones volvieron a fojas cero. Su sucesor, el ya joven Titu Cusi Yupanqui, recibió en los siguientes cinco años a diversos emisarios para tratar de reanudar el diálogo —uno de ellos, Rodríguez de Figueroa, contó que en las afueras de Vitcos pudo ver las cabezas descompuestas de los españoles que habían matado a Manco Inca.

Finalmente, Titu Cusi aceptó también ser bautizado y llegó a autorizar la llegada de dos agustinos a Vilcabamba —los frailes Marcos García y Diego Ortiz— para levantar precarias iglesias y catequizar a los indios.

Sin embargo, el choque de creencias echó más leña al fuego. El punto de quiebre se dio cuando García, Ortiz y algunos indígenas conversos incendiaron el adoratorio de Yurak Rumi. Y aunque el joven inca llegó a tiempo para restablecer el orden y salvar a los religiosos de ser asesinados, ya nada volvió a ser igual. Cuando visitaba la ciudad de Vitcos, Titu Cusi enfermó repentinamente y murió sin poder ser auxiliado por sus aliados españoles. Sus exaltados seguidores no solo dieron muerte al fraile Ortiz, sino también a un emisario enviado por el virrey Toledo para negociar la paz. Ahí se terminó todo acercamiento.

A inicios de 1572 la corona organizó una gigantesca expedición militar —apoyada por las etnias Cañari y Chachapoya— para terminar con el último bastión de los incas. Antes de ser capturado y ejecutado en el Cusco, el 24 de setiembre del mismo año, Túpac Amaru, el último hijo de Manco Inca, ordenó quemar todos los sitios de Vilcabamba para evitar que cayeran en manos de sus enemigos. Así esta ciudad perdida entre las cumbres pasó a ser solo una leyenda.

Cuando Hiram Bingham llegó al Cusco en julio de 1911, buscaba la ciudad perdida de los incas. Según consigna en sus cuadernos de viaje, recorrió Vilcabamba, llamada ya Espíritu Pampa, y excavó cerca del adoratorio de Yurak Rumi, pero no le prestó atención. En su camino, se había topado con una ciudad majestuosa, escondida entre la maleza, que los lugareños llamaban Machu Picchu.

Como describen los autores de “Vilcabamba y la arqueología de la resistencia inca”,   se tuvo que esperar recién hasta la década de 1970 para iniciar estudios arqueológicos en esta región, sobre todo a partir de las expediciones del viajero Gene Savoy y del historiador John Hemming, quien demostró con archivos y documentos que efectivamente Espíritu Pampa era la antigua Vilcabamba.

En este libro, Bauer, Fonseca Santa Cruz y Aráoz Silva relatan sus excavaciones en la zona en el 2008, 2009 y 2010; consignan sus hallazgos en Vitcos, Yurak Rumi y en espacios denominados La Kallanca, el sector sureste y el núcleo monumental —15 hectáreas de edificios, plataformas, canales y terrazas que apenas son unos puntos oscuros entre la maleza—. En estos lugares, los autores destacan el patrón de construcción inca, pero se sorprenden del hallazgo de tejas de origen español, lo que evidencia la fusión cultural hasta en un espacio de resistencia como Vilcabamba. Además, entre los cientos de fragmentos de cerámica recuperados, llama la atención la cantidad de cántaros destinados a la ‘producción masiva’ de chicha. Al parecer, los días duros de la guerra no fueron obstáculo para que los últimos incas libaran por sus antiguos dioses en busca de ese triunfo que nunca llegó.

viernes, 25 de noviembre de 2016

José Gabriel Condorcanqui "Túpac Amaru II"


José Gabriel Condorcanqui Noguera "Túpac Amaru II" (Surimana, Canas, 19 de marzo de 1738 - Cuzco, 18 de mayo de 1781).  Curaca de Surimana, Tungasuca y Pampamarca
Óleo sobre lienzo. Fernando Saldías Díaz





miércoles, 23 de noviembre de 2016

"Wirakocha. El Código de Tiwanaku y Machu Picchu"


Presentación de libro:
"Wirakocha.  El Código de Tiwanaku y Machupicchu"
Ricardo Bardales Vassi


Por segunda vez en nuestra capital se presentará el libro "Wirakocha: El Código de Tiwanaku y Machu Picchu", del investigador Ricardo Bardales Vassi, editado por la Universidad Nacional del Altiplano de Puno.

La presentación del libro estará a cargo de dos destacado docentes de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, el destacado arqueólogo Manuel Hernán Amat Olazával y la destacada historiadora de arte Emma Patricia Victorio Cánovas.

Esta magna obra, compuesta por 11 capítulos, 729 páginas y 1,373 fotografías, trata sobre la cosmovisión andina, con un análisis multidisciplinario, analizando la iconografía de las culturas del Perú antiguo, descifrando sus signos y simbologías encapsuladas en diversas obras arquitectónicas, escultóricas y pictóricas. Uno de los hallazgos más importantes que se muestran en el libro es haber encontrado el rostro del dios Wirakocha en la Puerta del Sol de Tiwanaku con la ayuda de la fotografía seudoscópica, referida al juego de la luz-sombra, en la cual el alto relieve se convierte en bajo relieve y viceversa. De igual manera, con ese mismo recurso óptico se ha encontrado el rostro de Wirakocha en la Roca Sagrada que envuelve el torreón del Templo del Sol en Machu Picchu, Cusco.

"Wirakocha: el Código en Tiwanaku y Machu Picchu", es producto de un acucioso trabajo de investigación que demuestra la continuidad del proceso histórico de la cultura andina, ligado al culto de su máxima divinidad Wirakocha, conjuntamente con los símbolos del escalonado, espiral y diagonal, representadas en las creaciones plásticas de las culturas Chavín, Paracas, Pukará, Tiwanaku e Inca.  

Fecha: sábado 26 de noviembre de 2016.
Hora: 11:00 am.
Lugar: Museo Nacional de la Cultura Peruana.

Av. Alfonso Ugarte 650, Lima.
Teléfono: 321-5626
mncp@cultura.gob.pe

Ingreso libre

viernes, 18 de noviembre de 2016

Encuentro internacional sobre Garcilaso de la Vega

Universidad San Ignacio de Loyola (USIL) - Lima

realizado el mierc. 12 oct.







Garcilaso Inca de La Vega  Guaman Poma de Ayala 

viernes, 4 de noviembre de 2016

miércoles, 2 de noviembre de 2016

Ayahuasca (César Calvo)


El ayahuasca no es placer fugitivo, ventura o aventura sin semilla como para los wiracochas.
El ayahuasca es una puerta, pero no para huir, sino para entrar en éstas y otras naturalezas. Para recorrer las provincias de la noche que no tienen distancia, inabarcables.  
La luz del ayahuasca no explica, no revela misterios.
El ayahuasca riega la tierra desconocida y ésa es su manera de alumbrar.
Y cuando se le llama con urgencia y con respeto, el ayahuasca es el costado de un cuchillo de piedra.  Separa el cuerpo de su ánima.
Si un ánima está enferma, la divorcia de su materia dura, niega el contagio, lo empala. 
El ayahuasca enseña el origen y la ubicación del mal. Y dice con qué cantos, con qué icaros espantarlo.
Y si el cuerpo está enfermo, igual. Lo separa de su ánima para que no la pudra. 
Enseña también las raíces que mantienen al cuerpo espiritual del ánima material distantes, separados, hasta que la carne resucita en el preciso corazón de su salud.
Y eso que parece ser nada, lo es todo.
Hay dones, hay poderes, hay mandatos, hay raíces y jugos de raíces.
Cortezas precisas para esto y aquello. 
Ciertos tipos de lluvia que se beben y también ciertas piedras.
Cómo y cuándo utilizarlos y prepararlos, eso es lo que sabe el ayawuaska.
Y eso lo transfiere si así lo considera, si el cuerpo y el ánima lo merecen.
Cuando se sabe llamar al ayahuasca con urgencia y con respeto, no hay error, no hay milagro, ni antes ni después del ayahuasca.
Hay lo que merecemos conocer, lo que merecemos ignorar. 
Todo es merecimiento.
Cuando se sabe llamar al ayahuasca es fácil todo imposible.  
Porque hasta la ceniza se vuelve agua cuando un sediento la besa.



http://www.clancycavnar.com/html/art/8_02/AVision.html

lunes, 19 de septiembre de 2016

Concierto didáctico: "Travesuras de los seises"

Concierto didáctico:

"Travesuras de los seises"
Coro Nacional de Niños  

Auditorio Los Incas
Ministerio de Cultura
19, 20, 26 y 17 de setiembre
5:00 p.m.


lunes, 12 de septiembre de 2016

Arte moche - orfebrería

Deidad marina moche
cangrejo antropomorfizado
Intermedio Temprano (200 a.C. - 600 d.C.) 
Cobre dorado
Museo Tumbas Reales de Sipán, Lambayeque


http://www.archi.pe/public/index.php/foto/index/9188

"El chullo, emblema del Perú"

Exposición
Inauguración: jueves 15 de setiembre 2016, 12:00 m.
Instituto Riva-Agüero (Lima)




martes, 9 de agosto de 2016

Homenaje a Tom Zuidema


Nos es sumamente grato invitarlos al homenaje a Tom Zuidema en el Cusco, espacio que este gran etnohistoriador recorrió e investigó con pasión y rigor durante seis décadas. 


Desde diferentes enfoques, los investigadores Antoinette Molinié, Ricardo Valderrama, Bruce Mannheim y Pablo Sendón expondrán sobre los aportes de Zuidema a los estudios andinos.  La ocasión también será propicia para presentar su libro "La civilización inca en el Cusco" (Ceques, 2016), con la participación de Carmen Escalante y Jean-Jacques Decoster (comentarios) y Karina Pacheco (directora de Ceques).
 

El homenaje se realizará en el Salón de Grados de la UNSAAC (Plaza de Armas del Cusco) el jueves 11 de agosto de 2016 a las 11 am.
 

La entrada es libre.



Ceques Editores






lunes, 2 de mayo de 2016

Cabezas clavas de la cultura Chavín

Esta fotografía proviene del libro "Huaraz-Chavin", de Hermann Buse de la Guerra (Lima, Juan Mejía Baca y P.L. Villanueva Editores, 1957, pág. 41). En ella se pueden ver "cabezas  clavas" de piedra pertenecientes a la cultura Chavín.  La fotografía es anterior al año 1945, cuando hubo un aluvión que provocó que fueran arrastradas desde el lugar donde eran guardadas (una capilla cristiana ubicada en la cúspide del sitio arqueológico), hasta el río Mosna.  El doctor Augusto Soriano Infante proporcionó esta y otras fotos para el libro de Buse, tomadas cuando las cabezas clavas se encontraban en la Plaza del pueblo de Chavín antes de su traslado a la capilla.  Gracias a Julio C. Tello existen calcos de estas cabezas líticas; algunas se pudieron recuperar pero lamentablemente, muy erosionadas.





miércoles, 27 de abril de 2016

"Ama sua, ama llulla, ama kella": trilogía moral inventada por criollos y peruanistas europeos



Leer completo:



El valor de la mentira en la historia política del Perú en los 200 años de independencia
César Andrés La Cruz Salvador, Sergio La Cruz Orbe, Oscar Ruperto Yanapa Zenteno , Pascual Cornejo Bazalar, Roberto Loza Landa

 (...)
Vega, J.J. (2001, p.25), en "Historia y Evolución del Ama Sua" publicado en diario “La República” del domingo 14 de enero del 2001, nos menciona:

Cualquier peruano apostaría su mano derecha a que el “ama sua, ama llulla, ama quella” fue algo así como el decálogo aplicado por los Reyes Incas en el Imperio que crearon, el cual se traduce como “no robes, no seas ocioso, no mientas”.

Siempre sospechamos que el “Ama sua...” correspondía a la historia oficial que para los Incas creó el indigenismo romántico.  De tratarse de un código jurídico tendría que haber sido  mencionado por los cronistas del siglo XVI. Pues no es así. Ni siquiera consta en los libros de los nacidos en el Perú, los quechuas Guamán Poma y Sta. Cruz Pachacuti Yamqui, o en los creados por los mestizos Garcilaso y Blas Valera. Tampoco existe rastro alguno en las crónicas españolas, que suman más de un centenar.

¿Cómo nació el Ama Sua?
 (...) el primer indicio en torno al supuesto código lo contemplamos en las páginas de M. L. de Vidaurre  (...) radicado en el Cuzco entre 1810 y 1814, vinculado desde luego, al indigenismo criollo local.  Entre otras tradiciones que recogió del ambiente nos relata: “su modo de saludar era no robarás,  se contestaba: no mentirás”. No sabemos de dónde extrajo esa ¿imaginativa? versión, que no consta en ningún otro sitio.

El gringo Miller
Y allí habría quedado el asunto hasta que intervino un peruanista insigne que llegó a Mariscal, con sus veintitrés cicatrices. Nos referimos a Guillermo Miller, prócer en su juventud de las guerras de la Independencia y que en el Cuzco (en 1825 y 1835) se adentró en la cultura incaica (aún más, él fue el primero de los estudiosos tupamaristas, y llegó a traducir y publicar al inglés proclamas del gran caudillo andino). Pues bien, ese inglés que aprendió algo de quechua, que mascaba coca y usaba poncho, se había familiarizado con el mundo indígena al convertirse en jefe máximo de las montoneras andinas antiespañolas durante la época de Simón Bolívar. De sus estudios y quizás de su análisis del temperamento de los guerreros quechuas que lo seguían extrajo quizás algunas conclusiones que habría de publicar en las Memorias que dictó a su hermano:

“En la educación de los peruanos, el código mixto de moralidad y legislación era tan simple como útil a la mayoría. Tres concisos preceptos formaban la base de todo el sistema: AMA SUA, AMA QUELLA, AMA LLULLA. No hurtarás, no mentirás, no estarás ocioso. Sobre estos tres principios cardinales estaba fundado el código de sus leyes”, (Memorias del General Guillermo Miller. Tomo II, Capítulo XXVI,  pág. 197).

Markham: al quechua
Una mayor difusión mundial del supuesto precepto educativo la daría otro ilustre peruanista, inglés como Miller. Fue Clement Markham, hombre que viajó extensamentepor diversos lados del Perú y que aprendió bellamente el quechua (el quechua de ese tiempo,  infinitamente más rico que el de ahora). En su famoso libro «Lima and Cuzco» (aún no traducido) que se editó en Londres en 1856, se refirió a  los mandamientos incaicos, pero considerando ya cinco (tendencia numérica que se repetiría después). La versión es ésta:

I. Ama quellanquichu, II. Ama llullanquichu, III. Ama Suanquinchu, IV. Ama Huachocchucanqui, V. Ama Huañu Cinquichu.

Markham, como se aprecia, tradujo a la perfección las normas al quechua (y por supuesto al  inglés) y sumó dos: “no seas adúltero; no seas asesino”, y dio otro paso: convirtió los preceptos en “edicts of the Incas”. Pero sus escritos no gozaron de tanta lectura. En cambio, las Memorias de Miller tuvieron amplia difusión en Europa; libro que constituye la mejor versión de la  Independencia del Perú, escrita por un actor y testigo de todos los hechos. 

Llegarían así a muchos ámbitos académicos. Entre ellos, a los de Cesare Cantu, famoso historiador italiano y autor de una Storia Universale, que fue por años best seller en múltiples idiomas. Este incluyó en esa vastísima Storia de varios tomos los preceptos de Miller. No fue pues Cantu; “el inventor de la manida fórmula de las tres prohibiciones”, como se ha sostenido hace poco. Pero todo este proceso del Ama Sua se desenvolvía sólo en esferas europeas, aunque parezca mentira (Miller, Markham, Cantu, etc.). 

Pero a finales del siglo XIX un erudito quechua, nacido en Ayaviri, Gabino Pacheco Zegarra, reiteró los tres principios que Miller expusiera como base doctrinal del derecho consuetudinario incaico y que luego Markham había traducido. Fue un gran avance. 


El impulso que dio Haya de la Torre
Todos los biógrafos de Haya de La Torre  coinciden en la decisiva influencia indigenista en la formación de la doctrina del APRA. Su creador bebió ese incaísmo o andinismo en su juventud. No solamente radicó un tiempo en el Cuzco; también viajó por varias de sus provincias más remotas. En los círculos universitarios cuzqueños aprendería en la lengua quechua el trílogo del ama sua... Pero hasta entonces esa frase no pasaba de ser tema de personas cultas.

El gran impulso para la difusión de la hoy célebre norma recién lo daría Haya o el APRA en 1934. Por entonces este partido era -como nadie lo duda- el mayoritario del país. El 6 de enero, en plena clandestinidad, la Fracción Aprista Juvenil (FAJ) aprobó la consabida frase del “ama súa...” colocándola como emblema bajo el signo: “Esta es tu ley”. Con la vasta red organizativa aprista, el mandato quechua se propagó extensamente, auspiciado por las orientaciones indigenistas que preconizaba Haya en esos años; y Luis Alberto Sánchez, otro dirigente aprista, repitiendo al mentado Vidaurre, sin más consulta, agregó que la frase era “un saludo”. Tal cual se puede leer en su Historia de América.

Para entonces, Haya había colocado el lema en el Plan Económico, por lo menos en el impreso en octubre de 1945. Luego el caudal de uso se multiplicó torrentosamente. La frase ha sido aumentada y deformadaen distintos modos a lo largo de este siglo. Así, el arqueólogo indigenista Toribio Mejía Xesppe agregaba Ama Sipi, Ama Maqlla: no seas asesino, ni afeminado (conforme lo recogió Federico Kauffman). No sólo se trata de libros y de proclamas. También pasó a una plaza del Cuzco actual, dio nombre a un Congreso Nacional de Folklore y hasta fue  lema del Congreso de Campesinos de La Paz en 1993 y de un candidato presidencial en Ecuador. 

Por cierto, la fórmula se ha mantenido como sacrosanta en varios niveles académicos  contemporáneos. Así, en el VII Congreso del Hombre y la Cultura Andina   (Huaraz, 1987), Lorgio Guibovich presentó una ponencia en torno al “Ama Sua” bajo el nombre de “La Educación y la Moralidad en el Mundo Andino”, brindando, inclusive, una variante más, al sumar una regla: “Ama mappa”, seguramente recogida de tradiciones orales, significa “No seas sucio”.

Desde luego, las escuelas y colegios han difundido todas las supuestas normas incaicas del Ama Sua en las comunidades campesinas, a partir de textos escolares de Historia del Perú.

¿Y la Antropología?
Pues nada. Ningún antropólogo ha encontrado esas pautas en los más distantes ayllus de los Andes. Ni siquiera en K'eros, remoto paraje del Cuzco, a donde concurrieron destacados antropólogos, como Efraín Morote Best, Oscar Núñez del Prado, Josafat Roel y Demetrio Roca Wallparimachi, para estudiar todas las formas de cultura viva en ese enclave quechua. Pero, eso sí,en aquel pueblo (como en miles de otros núcleos agrarios populares) nadie robaba (ni puertas había), nadie estaba ocioso y nadie mentía. En otras palabras, no se requería un código. La costumbre hacía Ley.
[…]




Leer completo:












"Casa del pueblo" "La Paz" evo morales "La casa grande del pueblo" "García Linera" "Tupac Katari"





lunes, 29 de febrero de 2016

Instrumentos prehispánicos: Sonidos del ande


Exposición:

Instrumentos prehispánicos: Sonidos del ande


Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del perú y Festival Internacional de Música de Alturas

inauguración:
miérc. 2 marzo 2016, 7:00 p.m.
Sala temporal B del MNAAHP

Plaza Bolívar s/n - Pueblo Libre, Lima


lunes, 22 de febrero de 2016

Los andoas: pueblo amazónico cuya lengua, casi extinta, se trata de recuperar






La nacionalidad andoa habita la provincia del Datem del Marañón de la región Loreto en el Perú, y continúa su ocupación en el cantón Pastaza (provincia Pastaza) en Ecuador. El río Pastaza es su principal referente fluvial.

Su idioma originario, el andoa (shimigae, gae, gay o siaviri, muy similares entre sí) o katsakáti, pertenece a la familia lingüística záparo, y está virtualmente extinto.  Fue desplazado por la lengua kichua (variante Pastaza), introducida por los misioneros jesuitas.

En la década de 1970 quedaban no más de 10  hablantes de la lengua originaria, principalmente en el Perú.  Mary Ruth Wise indicaba en 1999 que al año 1993 ya estaba extinta, aunque ha sido posible encontrar  hablantes parciales hasta hace muy pocos años.  Hoy probablemente ya no quedan hablantes activos de esta lengua, lo cual es tan lamentable.

Tanto en Perú como en Ecuador se han hecho esfuerzos por recuperar y registrar  antes de que sea demasiado tarde.  Los textos en que se advertía del peligro de extinción de esta y otras lenguas amazónicas minoritarias datan de hace varias décadas; por ejemplo, en 1987 Gustavo Solís publicó: “Perú: multilingüismo y extinción de lenguas” (América Indígena, N.° 47/4, México),  Otra publicación importante es la de Günter Tesmann: "Los indígenas del Perú Nororiental" (Hamburgo, 1930)

En el Perú, la ONG Cabeceras Aid Project, a través de los investigadores Lev David Michael (Universidad de California), Ramón Escamilla (Universidad de California) y Christine Beier (Universidad de Texas), ha desarrollado un proyecto de recuperación de la lengua andoa o katsakáti, de la mano de Juan Mucushua, María Sandi, Lidia Arahuanaza y Dionisia Arahuanaza, últimos de sus pocos hablantes parciales.  Producto de ello en el  2009 publicó el libro: "Katsakáti: El idioma antiguo del pueblo andoas".

Otro ejemplo es el del lingüista ecuatoriano Jorge Gómez Rendón y su asistente Gabriel Santamaria, que hace unos años viajaron al Perú para trabajar junto al que señalan como último hablante activo de esta lengua, Hipólito Arahuanaza (1920-2012).  Producto de ello en el 2013 Gómez publicó:  "Los andoas, construcción histórica y narrativa de su identidad".

En Ecuador se trata de dar categoría de "nacionalidad" a un  pueblo que apenas tiene muy pocos habitantes y ha perdido prácticamente su lengua. Hay además el fenómeno del mestizo que por consanguinidad o cohabitabilidad, adopta una "nacionalidad" indígena (en este caso, andoa) como emblema de identidad, engrosando artificialmente el conteo demográfico.

La toma de conciencia sobre la importancia de recuperar la lengua para con ello, recuperar la identidad, ha llegado bastante tarde, sin embargo, de la mano de la agencia discursiva del académico y del pueblo consciente, esto será tal vez, parcialmente, posible.



Documentos de interés

El patrimonio oral y las manifestaciones culturales del pueblo zápara
(patrimonio cultural inmaterial UNESCO Perú-Ecuador)



domingo, 7 de febrero de 2016

Perú recibió 4.150 piezas arqueológicas precolombinas incautadas en Argentina




© EFE 2015 | 02/03/2016

El Gobierno de Perú recibió un lote de 4.150 piezas arqueológicas, el mayor número de bienes culturales recuperados hasta el momento en el extranjero, que fueron incautadas a coleccionistas y traficantes por las autoridades de Argentina, informó hoy la Cancillería peruana en un comunicado.



El Gobierno de Perú recibió un lote de 4.150 piezas arqueológicas, el mayor número de bienes culturales recuperados hasta el momento en el extranjero, que fueron incautadas a coleccionistas y traficantes por las autoridades de Argentina, informó hoy la Cancillería peruana en un comunicado.

Entre los bienes devueltos al país figuran piezas de metal, textil, cerámica, restos óseos y fibras orgánicas pertenecientes a las culturas Chavín, Lambayeque, Mochica, Chimú, Cupisnique, Nazca, Chancay e Inca.

"La recuperación de esta colección, de gran importancia, marca un significativo momento en la recuperación de patrimonio cultural nacional", señaló la Cancillería.

La entrega del lote arqueológico se concretó el jueves pasado en el marco del Convenio para la protección, conservación, recuperación y devolución de bienes culturales, arqueológicos, artísticos e históricos robados, exportados o transferidos ilícitamente, que firmaron Perú y Argentina.

Las piezas precolombinas fueron incautadas hace 15 años a coleccionistas y traficantes en Buenos Aires y tras una serie de litigios judiciales la Justicia argentina ordenó su devolución a Perú.

La Cancillería anunció que próximamente se hará una ceremonia oficial en la que se expondrá una muestra representativa del lote recuperado.


http://www.holaciudad.com/vida_y_estilo/Peru-arqueologicas-precolombinas-incautadas-Argentina_0_886411605.html



Peripecias de una momia peruana en la Argentina
El insólito destino de la pieza arqueológica desde que entró al país hasta su restitución, el miércoles pasado


Silvina Premat
LA NACION, SÁBADO 30 DE ENERO DE 2016


Llegó al país hace casi cinco años en una encomienda con remitente de Bolivia, envuelta en papeles de diario y bolsas de plástico y escondida dentro de una pieza de yeso con forma de muñeca rusa. El miércoles pasado volvió a su país, Perú, dentro de una caja especialmente hecha para ella, apoyada entre almohadillas y envuelta en telas de algodón y poliéster.

Esa caja fue la más cuidada en el operativo de seguridad que trasladó más de cuatro mil piezas arqueológicas peruanas desde el Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano (Inalp), en el barrio de Belgrano, hasta el aeropuerto de Ezeiza. Pero dentro de la caja "especial" no iban objetos de arcilla de culturas milenarias. Iban los restos momificados de una mujer peruana. La custodia policial también trató con mucha delicadeza otras tres cajas. Allí se trasladaban tres cráneos que completaban la encomienda que intentó ingresar al país una momia.

El caso pasará a la historia como el primer contrabando de restos humanos que fue comprobado y cuyo comprador fue condenado desde la promulgación de la ley 25.743, de protección al patrimonio arqueológico y paleontológico.

La noticia del hallazgo de una momia y tres cráneos fue ampliamente difundida en mayo de 2011. En ese momento la Justicia dispuso la devolución de los restos a Perú, de donde nunca debieron haber salido, y pidió la guardia judicial y el mantenimiento de ese "botín" al Inalp.

Allí se determinó que se trataba de una mujer adulta cuya momificación no fue buscada, sino que se dio por un proceso natural por las características del lugar donde fue enterrada. Las calaveras, en cambio, son varones.

La causa penal terminó con un juicio oral, en febrero de 2014, que condenó a cuatro años de cárcel a Sebastián Juan Pablo Suárez, quien había comprado por Internet las piezas de yeso que contenían los restos.

Según informó a LA NACION el fiscal Marcelo Agüero Vera, que intervino en el caso, la justicia peruana no dispuso la investigación necesaria para dar con el exportador. Los datos del remitente resultaron falsos. "La curiosidad es que investigando se supo que materiales como éstos eran recogidos de excavaciones en un cementerio antiguo, en Perú. Presuponemos que en este caso también fue así", dijo Agüero Vera. Y agregó: "Es fundamental investigar de dónde salió para que no se repita. Según los dichos del imputado esto fue ofertado en una página web especializada en vasijas".

Suárez, que se presentó como vigilante en edificios de Recoleta donde vivía, declaró no conocer el contenido de las dos "vasijas" de yeso cuyo envío sí dijo haber solicitado a un precio que acordaría con el remitente después de haberlas recibido.

Agüero Vera sospecha que la intención era enviar los restos a Europa. "La presunción es que en la Argentina se triangulan muchos bienes culturales. En Europa hay muchas personas interesadas en comprar este tipo de bienes."

Valores difíciles de calcular

También para Abel Ferrino, funcionario de la AFIP especializado en bienes de patrimonio cultural que fue convocado por el personal de la Aduana cuando detectaron los restos dentro de las encomiendas, su destino final no sería la Argentina. Ferrino tiende a pensar que se trajeron al país para enviarlos desde aquí a algún museo europeo o de Medio Oriente. En su informe, Ferrino valúa la momia en 50.000 dólares y cada uno de los cráneos en 5000.

¿Cómo se pone precio a una momia? "El valor de la mercadería prohibida -porque es mercadería, todo es mercadería- se calcula de acuerdo con el valor que tiene en el mercado negro", dijo Ferrino. Y, en respuesta a quienes se escudan en la figura de "contrabando menor" el experto afirmó que "la ley 25.743 asocia al delito de contrabando, no de contrabando menor, a quien trafique bienes arqueológicos o paleontológicos".

Si bien no se pudo precisar el lugar exacto de donde fue sustraída, sí se identificó su origen en una zona cálida y árida. Por eso, para su conservación no fue necesario mantenerlas en un microambiente frío, como se hace con las momias de Llullaillaco que se conservan en el museo de Salta. Según consta en la causa, dijo Agüero Vera, los restos pertenecerían a la cultura Paracas, que vivió entre los siglos VIII a. de C. y III d. C.

Para Diana Rolandi, arqueóloga y directora del Inalp, "la momia no tiene ningún atributo que permita identificar la cultura a la que perteneció ni la época en la que esta persona murió. Sólo podría afirmar que es prehispánica".

Durante los cuatro años y medio que permaneció en el Inalp la momia fue cuidada por las responsables de conservación y mantenimiento del patrimonio cultural, Gabriela Ammirati y Silvina Aumont.

"Desde el primer momento este trabajo para nosotras fue interesante y problemático", dijo Ammirati. Y recordó. "Evidentemente quien la embaló para mandarlas al país no era un experto, sino alguien que sólo quería disimular el contenido de los paquetes", afirmó y mostró las fotos tomadas en el momento del arribo. Allí se ven los restos envueltos en papeles de distinto tipo, plásticos y goma espuma. Esos envoltorios no propicios crearon microambientes húmedos que habían favorecido la proliferación de hongos, por lo que las especialistas debieron limpiarla con sus barbijos, guantes y delantales. "La tocábamos lo menos posible, pero había que sacarle los hongos, por lo que lo hacíamos con mucho cuidado y cada vez que lo hacíamos le pedíamos permiso", contó la especialista. Con su colega buscaron un lugar en el Inalp para trabajar "alejado de los curiosos, teniendo en cuenta que no era una vasija sino una persona".

La única vez que la momia salió del Inalp fue para el juicio oral, en febrero de 2014. Solicitada su presencia por la fiscalía, hacia allá partió dentro de una caja y con custodia policial. "Era el primer juicio oral en el que participaba. Fue impresionante tener que dar el informe con la momia allí", contó Ferrino. Y Rolandi hizo notar una curiosa coincidencia cultural: "En las reuniones o asambleas de los incas en las que se tomarían decisiones importantes, sus antepasados participaban. Es decir, se trasladaban sus momias y se las ponía junto a ellos".

http://www.lanacion.com.ar/1866640-peripecias-de-una-momia-peruana-en-la-argentina

jueves, 4 de febrero de 2016

Magia sexual en el Antiguo Perú


Magia sexual en el Antiguo Perú 
Un análisis académico 

Federico Kauffmann Doig 




El lector hallará en este libro de Federico Kauffmann Doig un amplio caudal informativo. Éste aborda los pormenores de cómo los Moche practicaban sus costumbres amatorias según las escenas que plasmaron en cerámica 1500 años antes de la etapa inca.

El autor informa sobre el contenido mágico-religioso dado a la cópula y a los órganos sexuales, tanto masculinos como femeninos, y particularmente al miembro viril, objeto de una especie de culto propiciatorio de la abundancia de los comestibles.

El autor postula que los alimentos eran considerados materia proveniente del connubio del Dios del Agua y la diosa Tierra o Pachamama. Por lo mismo estos seres eran considerados como seres divinos supremos. El hombre los rendía culto, rituales y ofrendas, buscando de este modo exorcizar las continuas catástrofes desatadas por el fenómeno de El Niño y que al estropear los cultivos hacían que asomara el fantasma del hambre.

Kauffmann Doig analiza también los rituales andinos de connotación sexual acudiendo no solo al legado arqueológico expresado particularmente en cerámica, sino también a la información etnográfica recogida en parajes andinos, y desde luego también a lo expuesto en las crónicas de los siglos XVI y XVII que, por ejemplo, refieren particularidades sobre el acataimita o acerca de las prohibiciones y tabúes en materia sexual que regían en tiempos del incario.

Además de otros temas revelados por primera vez, este libro también informa sobre el comportamiento amatorio que se suponía continuaba en las moradas de ultratumba.




domingo, 3 de enero de 2016

Hallazgo de una tumba en Perú, ¡Intacta!


Descubren en Perú un tesoro arqueológico que ha permanecido oculto durante más de un milenio: una cámara funeraria con varios miembros de la realeza wari.
 

Por: Heather Pringle, 
National Geographic, junio de 2014



En la costa de Perú, a la luz del atardecer, los arqueólogos Miłosz Giersz y Roberto Pimentel Nita abren una hilera de pequeñas cámaras junto a la entrada de una antigua tumba. Selladas y ocultas durante más de mil años bajo una gruesa capa de ladrillos de adobe, albergan grandes vasijas de cerámica, algunas pintadas con figuras de lagartos y otras, con sonrientes rostros humanos. Al retirar los ladrillos de la última sala, Giersz hace una mueca. «Aquí dentro huele fatal», farfulla. Examina con atención el interior de una enorme vasija sin pintar: está llena de puparios podridos, restos de las moscas que en su día fueron atraídas por el contenido del recipiente. El arqueólogo se pone de pie y sacude de sus pantalones una nube de polvo de 1.200 años de antigüedad. En los tres años que lleva excavando este yacimiento, llamado El Castillo de Huarmey, Giersz se ha topado con un inesperado ecosistema de muerte, constituido por restos de insectos que un día se alimentaron de carne humana, serpientes que se enroscaron y murieron en el fondo de las vasijas de cerámica, o abejas africanizadas que salieron en grandes enjambres de las cámaras subterráneas y atacaron a los operarios.

Muchas personas habían advertido a Giersz de que excavar entre los escombros de El Castillo sería difícil, y casi con certeza una pérdida de tiempo y de dinero. Durante al menos un siglo los saqueadores habían perforado las laderas de la colina en busca de tumbas que contuvieran esqueletos engalanados con piezas de oro y envueltos en algunos de los tapices más bellos de la historia. La loma, a cuatro horas de viaje en coche desde Lima, al norte de dicha ciudad, era como un cruce entre la superficie de la Luna y un vertedero: surcada de agujeros, cubierta de antiguos huesos humanos y repleta de basura moderna (los ladrones solían deshacerse de su ropa antes de volver a casa por temor a contagiar a sus familias las enfermedades de los muertos).

No obstante Giersz, un afable inconformista de 36 años que enseña arqueología andina en la Universidad de Varsovia, estaba decidido a excavar allí de todos modos. Tenía la total convicción de que algo trascendental había sucedido en El Castillo hace 1.200 años. Por sus laderas se esparcían muestras de tejidos y fragmentos de cerámica de la poco conocida civilización wari, originaria de Perú, cuyo centro de poder estaba mucho más al sur. Así pues, el arqueólogo y un pequeño grupo de investigación empezaron a explorar con un magnetómetro lo que yacía en el subsuelo y a sacar fotografías aéreas con una cámara ajustada a una cometa. Las pruebas revelaron lo que a varias generaciones de saqueadores de tumbas les había pasado inadvertido: los difusos contornos de unas paredes enterradas que recorrían un promontorio rocoso en la parte meridional del enclave. Giersz y un equipo polaco-peruano solicitaron de inmediato el permiso para iniciar las excavaciones.

Aquellos contornos desdibujados resultaron formar parte de un extenso laberinto de torres y altos muros que se desplegaba por todo el extremo sur de El Castillo. Pintado en su tiempo de color rojo escarlata, el intrincado complejo parecía ser un templo wari dedicado al culto a los ancestros. Cuando en otoño de 2012 el equipo cavó bajo un estrato de sólidos ladrillos trapezoidales, descubrió algo que pocos arqueólogos andinos habrían imaginado nunca encontrar: una tumba real sin profanar. En su interior estaban sepultadas cuatro reinas o princesas wari, al menos otros 54 individuos de alcurnia y más de un millar de objetos correspondientes a la élite de aquella sociedad, desde enormes orejeras de oro hasta cuencos de plata o hachas de aleación de cobre, todo de exquisita factura.

«Este es uno de los descubrimientos más importantes de los últimos años», afirma Cecilia Pardo Grau, conservadora de arte precolombino en el Museo de Arte de Lima. El análisis de los hallazgos está arrojando nueva luz sobre esta cultura andina y su opulenta clase dirigente.

Surgidos de la nada en el valle peruano de Ayacucho hacia el siglo VII de nuestra era, los wari alcanzaron su apogeo mucho antes que los incas, en una época de sequías recurrentes y crisis medioambientales. Se convirtieron en expertos ingenieros, construyendo acueductos y complejos sistemas de canalización para irrigar sus cultivos dispuestos en bancales. Cerca de la actual ciudad de Ayacucho fundaron una boyante capital, conocida en la actualidad como Wari. En su cénit, Wari acogía a una población de nada menos que 40.000 habitantes: una urbe mayor que el París de aquel momento, que no superaba los 20.000. Desde este bastión, los señores de esta civilización expandieron sus dominios cientos de kilómetros a través de los Andes e incluso se adentraron en los desiertos costeros, forjando lo que muchos arqueólogos consideran el primer imperio de la América del Sur andina.

Los investigadores han especulado largo y tendido sobre cómo lograron los wari construir y gobernar este reino tan vasto como rebelde, si fue mediante la conquista, la persuasión o una mezcla de ambas cosas. A diferencia de la mayoría de los regímenes imperiales, carecían de un sistema de escritura y no dejaron una crónica histórica bien documentada. Pero los hallazgos de El Castillo, a unos 850 kilómetros de la capital wari, están esclareciendo muchas dudas.

Las invasiones wari en este tramo de costa se iniciaron probablemente a finales del sigloVIII. La región colindaba por el norte con la que entonces era la frontera meridional de los prósperos señores mochica, y según parece carecía de líderes locales fuertes. No está claro cómo los invasores lanzaron su ofensiva, pero en una importante copa ceremonial de libaciones descubierta en la tumba imperial de El Castillo se representa a unos guerreros wari armados con hachas combatiendo contra unas defensas costeras provistas de propulsores, o átlatls. Cuando la niebla de la batalla se hubo disipado, los wari habían adquirido un firme control del territorio. El nuevo señor construyó un palacio al pie de El Castillo, y con el tiempo él y sus sucesores transformaron el empinado monte en un imponente templo destinado al culto a los antepasados.

Oculta por su milenaria acumulación de piedras y sedimentos transportados por el viento, hoy El Castillo tiene el aspecto de una inmensa pirámide escalonada, un monumento construido de abajo arriba. Sin embargo, Giersz intuyó desde el principio que el complejo cultual encerraba algo más que lo que se apreciaba a simple vista, y un equipo especializado en arquitectura corroboró sus sospechas: los ingenieros wari empezaron las obras en la cima misma de El Castillo, una formación natural de roca, y fueron bajando de manera gradual. Según Krzysztof Makowski, arqueólogo de la Pontificia Universidad Católica del Perú y asesor científico del proyecto de El Castillo, se inspiraron en otra estructura. «En las montañas, los wari hacían terrazas agrícolas, y empezaban por arriba.» Conforme descendían, rebajaban las laderas para obtener una superposición de plataformas.

En la cima de El Castillo los constructores excavaron primero una cámara subterránea destinada a ser la tumba imperial. Cuando llegó la hora de sellarla, los peones vertieron unas 30 toneladas de grava y cubrieron la cámara con una capa de ladrillos de adobe. Encima levantaron una torre mausoleo, cuyas paredes rojizas podían avistarse desde muchos kilómetros a la redonda. Antes de sellar la cámara la élite wari había depositado ricas ofrendas en las pequeñas cámaras anejas al sepulcro: tejidos finamente urdidos, a los que los antiguos pueblos andinos atribuían un valor superior al oro; unas cuerdas con nudos, denominadas quipus, usadas para consignar los bienes imperiales; y partes corporales del cóndor andino, un ave vinculada a la aristocracia wari. (De hecho, uno de los títulos del emperador podría haber sido Mallku, «cóndor» en aymara.)

En el centro de la torre había una sala con un trono. En tiempos mucho más recientes, hace unos 15 años, unos saqueadores informaron a un arqueólogo alemán de que habían encontrado momias en nichos de pared. «Estamos casi seguros de que la estancia se usó para venerar a los ancestros», dice Giersz. Quizás incluso sirvió para rendir homenaje a la momia del emperador, que aún no ha sido localizada por su equipo.

A fin de poder codearse en la muerte con los miembros de la dinastía real, los nobles acotaban parcelas en la cima donde elevar sus propios mausoleos. Una vez agotado todo el espacio disponible, ingeniaron el modo de ampliarlo construyendo terrazas escalonadas en las vertientes de El Castillo y llenándolas de tumbas y torres funerarias. Tan importante era para la nobleza wari reposar eternamente en El Castillo, explica Giersz, que «empleaban a todos los trabajadores locales posibles». La argamasa seca de muchos de los muros que se han exhumado últimamente presenta huellas de manos, algunas dejadas por niños de apenas 11 o 12 años.

Cuando terminó la construcción de la necrópolis, presumiblemente en algún momento entre los años 900 y 1000 d.C., El Castillo transmitía un poderoso mensaje político a los vivos: los invasores wari eran ahora sus legítimos gobernantes. «Si quieres tomar posesión de una tierra –explica Makowski–, tienes que demostrar que tus antepasados se han integrado en el paisaje. Forma parte de la lógica andina.»

En una pequeña cámara tapiada, Wiesław Więckowski se encorva sobre un brazo humano momificado y desprende la arena de sus dedos descarnados. El bioarqueólogo de la Universidad de Varsovia ha estado limpiando esa sección de la cámara, recogiendo restos de un fardo funerario wari y buscando el resto del cuerpo. Es un trabajo lento y minucioso. Al introducir la punta de su espátula en un rincón de la sala, pone al descubierto parte de un fémur humano que estaba alojado en el muro. Decepcionado, Więckowski arruga el entrecejo y explica que, a buen seguro, los ladrones intentaron desplazar la momia desde una estancia adyacente y literalmente la hicieron pedazos. «Lo único que podemos decir es que la momia pertenecía a un varón y que era un hombre de edad avanzada.»

Como especialista en el estudio de restos humanos, Więckowski ha empezado a analizar los esqueletos de todos los individuos hallados en el interior y en las inmediaciones de la tumba imperial. Dice que el grado de conservación de los tejidos blandos en la cámara sellada era pésimo, pero que sus investigaciones están empezando a aportar datos significativos sobre las vidas y las muertes tanto de las damas de elevada alcurnia como de quienes las escoltan.

Casi todas las personas enterradas en la cámara eran mujeres adultas y muchachas que probablemente habían muerto en un lapso de apenas unos meses, lo más seguro por causas naturales. Cuando fallecieron, su pueblo les dio un trato muy respetuoso. Sus sirvientas las vistieron con túnicas y mantones exquisitos, pintaron sus rostros con un pigmento sagrado de color rojo y las engalanaron con joyas preciosas, desde unas valiosas orejeras de oro hasta delicados collares de cuentas de cristal. A continuación los encargados del duelo depositaron sus cuerpos con las piernas flexionadas, la posición habitual en los enterramientos wari, y envolvieron a cada una de ellas en una tela de grandes dimensiones para formar el fardo funerario.

El rango social, apunta Więckowski, era tan importante en la muerte como en la vida. Las difuntas de mayor abolengo –quizá reinas o princesas– fueron colocadas en tres cámaras privadas en un lado de la tumba. La más importante, de unos 60 años, yacía rodeada de extraordinarios artículos de lujo: múltiples pares de orejeras, un hacha ceremonial de bronce, una copa de plata… A los arqueólogos les fascinó su riqueza y el claro afán de ostentación. «¿Qué hacía esta dama? –se pregunta Makowski–. Tejía con agujas de oro, como una auténtica reina.»

Junto a las paredes de una gran sala común más alejada colocaron a las nobles de menor categoría. Junto a cada una, salvo escasas excepciones, dejaron un objeto del tamaño y la forma de una caja de zapatos, hecho con cañas, que contenía todos los útiles necesarios para confeccionar una tela de alta calidad. Las mujeres wari, excelentes tejedoras, producían unos paños equiparables a nuestros tapices utilizando un número de hilos incluso mayor que los tejidos en Flandes y Holanda en el siglo XVI. Las nobles enterradas en El Castillo se dedicaban a este arte.

Antes de que la cámara fuera clausurada, una comitiva subió las últimas ofrendas por las laderas de El Castillo: los sacrificios humanos, tres niños y tres jóvenes. Więckowski apunta que las víctimas eran quizá descendientes de la nobleza sometida en la conquista: «Si eres el soberano y quieres que tus súbditos se mantengan leales al nuevo linaje, les quitas a sus hijos». Los cadáveres fueron arrojados a la tumba. Luego se cerró la cámara, y en la entrada se dispusieron, a modo de centinelas, los cadáveres enfardados de un joven y una mujer de mayor edad. A ambos les habían cortado el pie izquierdo, seguramente para garantizar que no abandonarían su puesto.
Więckowski espera los resultados de los análisis de ADN y las pruebas isotópicas para averiguar más cosas acerca de las mujeres de la tumba y su lugar de origen. Pero para Giersz todas las pruebas empiezan a perfilar un detallado cuadro de la invasión wari de la costa norte. «El hecho de que erigieran un templo importante aquí, en un terreno elevado junto a la frontera mochica, sugiere que los wari conquistaron la región y planeaban asentarse en ella.»

En una tranquila sala de trabajo del Museo de Arte de Lima, los arqueólogos de El Castillo examinan entusiasmados algunos hallazgos que les acaban de llegar. Durante las últimas semanas los conservadores han eliminado la espesa pátina negra que recubría la mayor parte de los objetos metálicos, poniendo de relieve sus relucientes diseños. Sobre un papel de celofán se pueden ver tres orejeras, cada una del tamaño de un pomo de puerta y tallada con la imagen de una deidad alada o un ser mitológico. Patrycja Prządka-Giersz, miembro del equipo, arqueóloga de la Universidad de Varsovia y mujer de Giersz, las contempla con satisfacción. Estos ornamentos, dice, «son todos diferentes, y solamente podemos evaluarlos después de las tareas de conservación».

Giersz se asoma al interior de una voluminosa caja de cartón y encuentra uno de los hallazgos más preciados del equipo: una botella de peregrino. Realizada en cerámica, pintada y decorada con esmero, reproduce la figura de un señor wari ataviado suntuosamente que navega en una embarcación de madera de balsa por unas aguas costeras rebosantes de ballenas y otras criaturas marinas. Perteneciente al selecto ajuar funerario de una reina enterrada en El Castillo, esta botella de hace 1.200 años parece recrear un episodio –entre mítico y real– de la historia de la costa norte: la llegada de un importante señor wari, tal vez el mismísimo emperador. «Así pues, estamos empezando a hilar el relato de un emperador wari que se hace a la mar en una balsa –dice Makowski con una sonrisa–, un monarca que muere en la costa de Huarmey acompañado de sus esposas.»

Por ahora solo es un «relato», una conjetura con fundamento arqueológico. Pero Giersz sigue pensando que la tumba de un gran señor wari podría estar oculta en algún lugar de este laberinto de paredes y cámaras subterráneas. Y si los saqueadores no se le han adelantado, tiene intención de encontrarla.




Fotos 
(de Robert Clark)

La mano de un personaje de rango, en perfecto estado de conservación, aún se aferra a un trozo de tela mortuoria.

En medio de un laberinto de cámaras, el arqueólogo Roberto Pimentel Nita (izq.) examina un hallazgo. El clima de El Castillo es tan  árido, que los más frágiles hilos pueden preservarse en la tierra durante siglos.

 El arqueólogo Miłosz Giersz mide la distancia entre la tumba imperial y unas vasijas dañadas por los huaqueros.«Estuvieron muy cerca de encontrar el sepulcro»

 Con el cabello áun intacto, el cráneo de una mujer de la élite wari aporta nuevos indicios sobre la vida de la clase gobernante de El Castillo. Antes de enterrarla, sus sirvientas le pintaron el rostro con pigmento rojo, aún visible sobre la cuenca de un ojo.


 En una escalinata recién sacada a la luz, el arquéologo Giersz reflexiona sobre el sorprendente plan arquitectónico de El Castillo. El lugar parece una pirámide, pero sus constructores empezaron las obras en la cima misma de una formación natural de roca, y fueron bajando de manera gradual.


 Un guardián masculino con las piernas cruzadas vigiló los tesoros de la tumba durante más de mil años. A su lado había un vaso de libaciones y una jícara.

 Las mujeres wari de alto rango lucían orejeras, algunas tan grandes como pomos de puerta. El hallazgo de piezas de oro y plata trajo consigo más de una noche de insomnio para los arqueólogos, quienes temían que alguien pudiera desvalijar el yacimiento.


 Entre los tesoros de la tumba hallada intacta en El Castillo de Huarmey destacan los restos de túnicas tejidas con ricos motivos decorativos y unas vasijas pintadas donde se representa a los señores wari, constructores del primer imperio andino.


 Entre los tesoros de la tumba hallada intacta en El Castillo de Huarmey destacan los restos de túnicas tejidas con ricos motivos decorativos y unas vasijas pintadas donde se representa a los señores wari, constructores del primer imperio andino


 Orejera de oro y plata con personaje mítico alado, perteneciente a una mujer de la élite wari.


 La figura pintada en una botella de cerámica representa a un señor wari sentado sobre una balsa: una prueba, tal vez, de que sus huestes invadieron el territorio por mar.


 Orejeras de madera con incrustaciones de oro, concha y piedras preciosas.

La élite wari vestía bien de los pies a la cabeza, con un elegante calzado de piel que a menudo se pintaba de vistosos colores.


Kero de material parecido al alabastro (¿Piedra de Huamanga?), ornamentado con iconografía en relieve de clara influencia norteña

 En la tumba intacta de El Castillo se han encontrado más de un millar de objetos fabricados para la nobleza wari, entre ellos dos vasijas que contenían ofrendas para los reverenciados ancestros.

 En un cementerio moderno cercano a  El Castillo un saqueador expone un tejido robado tratando de encontrar posibles compradores. La tumba de El Castillo es hoy objeto de una vigilancia exhaustiva. 


 Fragmento de una pieza de adorno decorada con plumas de ave.












Mitimaes, La Florida, Rumipampa, Quito,
María del Carmen Molestina