Yaraví de las desdichas
I
Anunciaron tus versos que naciste
un día en que "Dios estuvo enfermo"...
Cada poema tuyo fue testigo
del oráculo vivo que gestabas:
luz y sombra, el Cristo de tu cuerpo,
sin rostro declarado mas suficiente
Te sentías un huaco de los indios
que asomaba su arcilla con sus frutas
de acideces antiguas aun verdes:
querías madurarlas en tu carne,
en vocablos regados por tu angustia,
cerámica vasija de tu taza
Una quena querías para el llanto
del hombre maltratado y melancólico,
del niño desvalido y harapiento:
serías yaraví de sus desdichas,
caramillo agridulce de sus penas,
tristísimo flautín de caña óesa.
Tú, perulero pobre, altitudes
y honduras rebuscabas hacia dentro
de ti, de tu conciencia: heredabas
el antiguo saber de andinas punas,
humedad vegetal que salvarías
en ese noble pozo de tu frente.
El mal de la montaña, ancestrales
soroches y tungstenos redivivos
concitarían muertes, salvaciones,
metafísicas ansias, ciegos raptos.
Altiplanos soñabas como cumbres
que nunca tu nostalgia alcanzaría
¿Te dictaban los cholos tus poemas?
¿la anciana pensativa, pre-incaica,
y el viejo coraquenque desterrado?
¿El paisaje tmabién? ¿El aguacero
que el corazón empapa bajo el poncho?
El cóndor y las llamas vigilaban...
Después, heraldos negros proclamaron
que ya habías nacido con tus ascuas
-lengua propia e indígena abrasando-,
en comunión, en ágape sin vino,
en cena del hambriento con su fiebre,
oracional bautismo de tu raza.
II
Balbuceos edénicos en Trilce,
vagidos eran puros de ese ámbito,
recién creado, virgen y hasta póstumo
de americanas tierras que expresabas
en eztrañas imágenes litúrgicas,
entrevisiones, óleos sapientes...
Tus párpados abrían sus plumajes
para ver los altares en que el Tiempo
iba quemando cirios de la vida:
piadosos duermevelas encubrieron
los nocturnos horarios del insomnio,
los silencios unánimes, baldíos.
A tu amada encontrabas, diminuta,
germinal, obediente, que cosía
a la suya tu piel con dedos tiernos,
amorosas agujas de la dicha,
de la suave tristeza, en sus paréntesis.
Un agua se volvía aquella novia...
Psicológico impacto tú descargas,
verbales explosiones que culminan
en sublimada Madre, pan del hijo
y tahona, además, en que se dora:
bizcocho dulce, leve yema blanda...
Nos conmueve, terrígeno, su símbolo.
Tu la cárcel recuerdas... ¡Ciento trece
jornadas entre cuatro paredones
en celda de Trujillo! ¡Sus barrotes!
Rehabilitada suerte no te basta
para borrar la herida de estar preso
.
¡Ay, aquel "lynchamiento" te dolía!
Las almas "se acurrucan" con la tuya
en aquella prisión que fue tu casa...
Mas el amor espera con paciencia
en el pecho... Solloza algunas veces.
Entre sueños, se calla... Esperando
que el carcelero abra los ecrrojos.
En libertad, asocias emociones,
eléctricas protestas del que sufre
la sed y la injusticia que no acaban,
desolada orfandad, los atropellos...
Tu dolor nos traspasa, sin alivio,
actores -como tú- en la tragedia.
III
Y a España tú viniste, nueva Madre
que, expulsado de Francia, tu adoptabas
con ánbimo filial, reconocido
por hermanos poetas saludándote...
Entrabas en la calle con Ahora,
con la voz y la Estampa madrileñas.
Un proletario fuiste con tu pluma:
denostaba injusticias y miserias
de albañiles, obreros y peones.
Ya marxista convicto, tu mensaje
unías al de Alberti y de Larrea,
de Bergamín también, republicano.
Nuestra Guerra llegó y la viviste,
generoso e intenso, con nosotros...
La sangre y el dolor tu poesía
despiertan nuevamente: son humanos
poemas los que escribes con "tristumbre"
de cólera y tristeza execradoras.
Los días de Gijón, de Talavera,
de Teruel, Cataluña, apocalipsis
eran que sufrías, lacerándote:
cadáveres sin armas parapetos
defendían aún con pocos vivos
y las rojas banderas encendían.
No convalecen nunca las congojas
y bolchevique eres que no sumes
latrocinios, linajes milenarios.
Los hambrientos te duelen más que nunca,
el pedazo de pan y la camisa
que les niegan los zánganos sociales.
Los mineros te duelen... Socavones
de negrura absoluta los consumen:
a la luz tú quisieras empujarlos,
mientras sufres con ellos: tu linterna
les traspasas con fe para que suban
al nuevo amanecer de la esperanza.
Pues el dolor del mundo va creciendo
como un monstruo voraz que martiriza.
Tanto dolor jamás -dices- que hubo,
que el llanto crece y crece y nos inunda...
Condenan con sus látigos y gritos,
crucifican, retuercen y dislocan.
IV
Y a España le suplicas que su cáliz
lo parte de tus labios, de tu espíritu...
Serías miliciano en sus batallas,
ante Goya rezando y tu Cervantes,
o Calderón, Quevedo, Lidia Odena,
Teresa de Jesús y el pueblo todo.
En tu plegaria pura convocabas
a enxangües criaturas ya los genios
civiles, campesinos, voluntarios,
maestros redentores, combatientes,
al niño que jugaba (asesinado
por satánico fuego desde el aire)...
Convocaste extremeños, toledanos,
a vascos y a los cántabros... ¡Guernica!
Cementerios ardían con sus muertos
inmortales... Y Málaga indefensa
hacia el mar huía inútilmente...
Por Málaga llorabas y llorabas.
Con todos los mendigos mendigaste
en Roma y en París, en ese Londres,
en neoyorquinas calles... por España,
a cuestas con su duelo y desventura,
con su negra orfandad y su abandono.
Por tu madre rezabas, mendigando.
En tu Huerto de Olivos tú rezabas,
rezabas y llorabas, confundidos
tu sangriento dolor y tu esperanza.
A niños y varones convocabas,
pidiéndoles amor para esta Madre
que adoptaste y amabas con sus muertos.
Y a ese amor unías tu salmodia
trascendente, profunda, franciscana,
tu humanísimo rezo por los pobres,
por los tristes y solos, miserables,
por el ladrón, el justo y el que duerme...
¡Solidaria empatía bondadosa!
Cuando llegó la hora de tu muerte,
tu bronca voz a todos anunciaba
que te ibas - ¡venías! - a tu España:
agónico deseo ya cumplido
porque tú eres hijo de su Historia,
yaraví de su lengua y de su sangre
Concha Zardoya
http://www.cervantesvirtual.com/obra/yaravi-de-las-desdichas/
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