miércoles, 2 de noviembre de 2016

Ayahuasca (César Calvo)


El ayahuasca no es placer fugitivo, ventura o aventura sin semilla como para los wiracochas.
El ayahuasca es una puerta, pero no para huir, sino para entrar en éstas y otras naturalezas. Para recorrer las provincias de la noche que no tienen distancia, inabarcables.  
La luz del ayahuasca no explica, no revela misterios.
El ayahuasca riega la tierra desconocida y ésa es su manera de alumbrar.
Y cuando se le llama con urgencia y con respeto, el ayahuasca es el costado de un cuchillo de piedra.  Separa el cuerpo de su ánima.
Si un ánima está enferma, la divorcia de su materia dura, niega el contagio, lo empala. 
El ayahuasca enseña el origen y la ubicación del mal. Y dice con qué cantos, con qué icaros espantarlo.
Y si el cuerpo está enfermo, igual. Lo separa de su ánima para que no la pudra. 
Enseña también las raíces que mantienen al cuerpo espiritual del ánima material distantes, separados, hasta que la carne resucita en el preciso corazón de su salud.
Y eso que parece ser nada, lo es todo.
Hay dones, hay poderes, hay mandatos, hay raíces y jugos de raíces.
Cortezas precisas para esto y aquello. 
Ciertos tipos de lluvia que se beben y también ciertas piedras.
Cómo y cuándo utilizarlos y prepararlos, eso es lo que sabe el ayawuaska.
Y eso lo transfiere si así lo considera, si el cuerpo y el ánima lo merecen.
Cuando se sabe llamar al ayahuasca con urgencia y con respeto, no hay error, no hay milagro, ni antes ni después del ayahuasca.
Hay lo que merecemos conocer, lo que merecemos ignorar. 
Todo es merecimiento.
Cuando se sabe llamar al ayahuasca es fácil todo imposible.  
Porque hasta la ceniza se vuelve agua cuando un sediento la besa.



http://www.clancycavnar.com/html/art/8_02/AVision.html

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