sábado, 29 de abril de 2017

Ballet Nacional del Perú: 50 años



Exposición: 
Ballet Nacional: 50 años 
marzo-abril 2017

Casa O'Higgins
Jr. de La Unión 554 - Cercado


Texto proveniente del folleto de la exposición


El contexto histórico

En la década de 1960, el interés que suscitaba el ballet en el Perú se había intensificado notablemente por la llegada a Lima de algunos de los más destacados bailarines y coreógrafos del mundo. Dore Hoyer, la afamada coreógrafa expresionista alemana, se presentó en la capital en 1958 y 1963; en 1960, la compañía de José Limón ofreció en el Teatro Municipal aclamadas coreografías como La pavana del moro y Missa Brevis; en 1961, llegó al Perú la gira sudamericana de la primaballerina francesa YvetteChauviré; en el 63 se presenta el Ballet Siglo XX de Maurice Béjart -cuya coreografía de la Consagración de la Primavera causó sensación en el público y la crítica local- y el Ballet de Serge Golovine; en el 64 el público limeño pudo apreciar el arte del Ballet de la Ópera de Berlín; y en 1965 se presentaron la compañía de Paul Taylor y el Ballet de Serge Lifar.

Lima se había trasformado en una de las mejores plazas para el ballet en la región. Y aunque la preferencia del público seguía siendo el ballet clásico, la diversificación de espectáculos de danza, con grandes exponentes de la disciplina en sus vertientes clásica, moderna y contemporánea, contribuyó a formar el gusto de los espectadores y a generar un ambiente propicio para la creación de una compañía nacional de ballet de carácter permanente.

Por otro lado, en la segunda mitad de la década llegaron a Lima importantes agrupaciones de danza folclórica: Les Ballets Africains-la compañía nacional de danza de Guinea-en 1966, y, un año más tarde, Beriozka, famoso elenco dedicado a la difusión de danzas tradicionales y populares rusas. El público peruano pudo de esta forma entrar en contacto no solo con referentes mundiales de las vertientes académicas de la danza, sino también con agrupaciones dancísticas cuya principal meta era la puesta en valor del legado folclórico de sus países de origen.

Precisamente en esos años, el interés del Estado Peruano en materia de cultura alcanza un pico histórico. Este es un rasgo común a los tres gobiernos de la década: el de la Junta Militar (1962), el de Fernando Belaúnde (1963) y el del general Juan Velasco Alvarado (1968). Más allá de las diferencias de estilo y de credo político, es notable cómo estos gobiernos, enfrentados a fenómenos nuevos como la presencia de un pujante movimiento campesino y la de vastos grupos migrantes en ciudades de incipiente industrialización, incluyeron en su agenda de reformas reflexiones y propuestas en torno a la literatura, la pintura, la música y la danza. En las más altas esferas del poder, el arte pasó de ser entendido como patrimonio exclusivo de las élites a ser un laboratorio de un nuevo tipo de pensamiento que ponía a la cultura indígena en el centro del debate.

La nueva actitud oficial era pues un reflejo, a nivel gubernamental, de un proceso histórico iniciado con el indigenismo en la década de 1920, mediante el cual el Perú buscó redefinirsu identidad. Y el ballet, aquél arte clásico nacido en Europa, pero que a lo largo de la primera mitad del siglo XX había demostrado tener un enorme potencial para ser apropiado por la modernidad y por los pueblos de todo el planeta, fue entendido como una poderosa herramienta para llevar a cabo ese proyecto.

La creación del Ballet Peruano

En 1962, la Junta Militar de Gobierno que presidía el general Pérez Godoy creó la Comisión Nacional de Cultura; y en 1963, Acción Popular, el partido del entonces presidente Fernando Belaúnde, impulsó la creación de la Casa de la Cultura. Es en este contexto que se inaugura, en 1967, el Instituto Nacional de Ballet, cuyas potestades fueron definidas, por ley, de esta forma: "Organizar un cuerpo de ballet permanente que se denominará Ballet Peruano, difundir la danza clásica y folklórica en toda la República (...) [y] recopilar la danza vernacular y mestiza del país para transportarla al Ballet".

Este órgano nacional se construyó sobre la base de la Compañía de Ballet Peruano que había sido fundada en 1948 por la coreógrafa norteamericana Kaye MacKinnon, el primer personaje clave en esta historia. Peruana por su matrimonio con el compositor Luis Pacheco de Céspedes, MacKinnon había llegado al Perú en 1940, fascinada, según un comentarista del diario El Comercio, por la perspectiva de "contactarse con un pueblo heredero de la civilización inca".

Hoy en día, es considerada una importante pionera en la implementación de una estética coreográfica de raíz peruana en el ámbito del ballet. Una de sus principales innovaciones -que por cierto provocó rechazo y admiración en similar medida- fue el uso de composiciones de música criolla en un contexto de ballet clásico: obras y arreglos del propio Pacheco de Céspedes o de Filomeno Ormeño ingresaban así, por primera vez, a auditorios donde antes solo eran admitidas obras de Tchaikovsky, Prokofiev, y otros clásicos de la disciplina.
José María Arguedas había sido director de la Casa de la Cultura entre 1963 y 1964, y con la creación del Instituto Nacional de Ballet tres años después, el tono polémico que dominaba las conversaciones de la época se trasladó a la danza. Resultan aleccionadoras, por ejemplo, las discusiones que se generaron en torno a los criterios de creación de la nueva compañía, similares en tenor a las que, una década más tarde, alborotarían a la intelectualidad limeña a propósito del Premio Nacional de Fomento a la Cultura otorgado al retablista ayacuchano Joaquín López Antay. El crítico Alejandro Yori escribe en el primer número del Anuario del Ballet en Latinoamérica, editado el mismo año de la creación del elenco: "Cuando alguien se propone organizar un auténtico ballet nacional fundamentado en el rico folklore del país, Arguedas y ahijados recorren las calles de Lima portando inmensos carteles donde piden y reclaman que sean los propios indígenas que suban al escenario a bailar (...) como sí al público le interesara más la investigación etnológica que una obra artística".

La misma publicación recoge las tensiones propiamente estéticas que generó el estilo de la agrupación: "[MacKinnon] comprende perfectamente que la metodología del ballet etnológico folklórico es muy distinta a la del ballet llamado clásico. Y no está demás especificar aquí que la técnica en el ballet clásico es un fin y en el ballet etnológico esa misma técnica se convierte en un medio”. A pesar de lo dicho, la publicación critica la "dualidad de estilo que se trata de imprimir al conjunto (...) No puede haber menos que contradicción tanto técnica como estilística que por ejemplo, abrir un programa con 'Capricho italiano' y cerrarlo con una suite de huaynos”.

Más allá de las polémicas, el primer paso en la creación de una compañía de danza de carácter permanente en el Perú estaba dado, y lo cierto es que la dirección de MacKinnon permitió otorgarle al elenco una estética innovadora que alentó la producción de reflexiones locales en torno a las relaciones entre arte e identidad. Por lo demás, esta etapa fue crucial para la institucionalización del ballet, pues permitió avizorar, al fin, un horizonte profesional para este arte en nuestro país.


Tiempos de transición

El inicio de la década de 1970 trajo importantes cambios para la compañía creada por MacKinnon. En 1971, la Casa de la Cultura es reorganizada y se convierte en el Instituto Nacional de Cultura (INC), bajo la dirección de Martha Hildebrandt. Al año siguiente, el Ballet Peruano adopta el nombre de Grupo Nacional de Danza, entidad cuya dirección queda en manos de Carmen Muñoz, primero, y luego de Martha Ferradas, ambas ex primeras bailarinas de la Asociación de Artistas Aficionados. Por otro lado, el INC crea el Ballet Moderno de Cámara, compañía que es encomendada a Hilda Riveros, ex primera bailarina solista del Ballet Nacional Chileno. Paralelamente, la Universidad de San Marcos propicia el mismo año la reorganización de su cuerpo de ballet y lo pone en manos de la bailarina británica Vera Stastny.

El Ballet Nacional, propiamente dicho, nace en 1979, y proviene de la fusión de estas tres agrupaciones. La intención de Hildebrandt y de Stastny, la primera directora del elenco, era reunir los mejores talentos de la escena local de danza en sus vertientes clásica -el Grupo Nacional de Danza-, moderna -el Ballet Moderno de Cámara- y contemporánea -el Ballet de San Marcos-, y convertir la compañía recién creada en la representación oficial definitiva.

Stastny destacó en su papel de directora por sus continuos esfuerzos para enriquecer el bagaje técnico y artístico del Ballet Nacional a través del contacto con coreógrafos extranjeros, que crearon numerosas piezas a la medida del elenco. Es el caso de figuras como Anna Sokolow, Alexander Plissetski, Rosemary Helliwell, Susana Linke, Royston Maldoom, Sara Pardo, Jacob Lascüy Annette Page.

En 1986, es nombrada directora Stella Puga, fundadora de la Escuela de Ballet Alicia Alonso de Trujillo, y dos años más tarde el cargo recae en manos de Olga Shimasaki, destacada primera bailarina y maestra de la agrupación, quien dirigirá la compañía hasta el año 2014. Durante este periodo, el Ballet Nacional se distinguió por emprender todos los años giras a diferentes ciudades del Perú y por irradiar su acción de intercambio cultural a nivel internacional, gracias a invitaciones recibidas de países como Chile, Paraguay, Brasil, Ecuador, Estados Unidos, entre otros.

La labor de Shimasaki permitió, asimismo, reforzar la cohesión y la lógica de trabajo de la compañía a lo largo de tres décadas, a través de la producción continua de temporadas en las que se ofrecía piezas del repertorio universal, así como estrenos propios con la colaboración de coreógrafos invitados. Entre los más destacados figuran artistas de la talla de Anneli Vuorenjuuri, Stephen Jenkins, Diana Haight, Sandra Balestracci, Rodolfo Fontanetto, Pascal Vincent, Jaime Díaz, Haydee Caycho, Liliana D'Albyni, Jimmy Gamonet, Jorge R. Vede, Heywood McGriff, Sondra Lomax, Nolan Dennett, Jaime Pinto, Claudio Muñoz, Gary Palmer, Martín Padrón, Genevieve Chaussat, Dana Tai Soon Burgess, Carmen Rozestraten, Peter Kalivas y Mark Foehringer.

En 2012, la inauguración del Gran Teatro Nacional significó un nuevo salto para la compañía. El moderno escenario es hoy el epicentro de la actividad de los seis elencos nacionales, incluido el Ballet Nacional, y su infraestructura, así como el grupo de profesionales que dan vida a esta institución, han marcado un antes y un después en el nivel artístico de los espectáculos de artes escénicas ofrecidos en la capital. Durante la gestión de Shimasaki, el elenco ha presentado en este teatro importantes espectáculos como Akas Kas. La promesa del guerrero -la ópera ballet de Nilo Velarde, con coreografía de Héctor Sanzana, que inauguró el escenario, contando con la participación de la Orquesta Sinfónica Nacional, el Elenco Nacional de Folclore, el Coro Nacional y el Coro Nacional de Niños-, Salomé de Jaime Pinto, El espejo en tus ojos de Pepe Hevia -con la participación de los artistas plásticos Elliot Túpac y Decertor-, Orfeo y Eurídice, con coreografía de Thomas Noone y música original de Jim Pinchen, y Alicia, de Humberto Canessa.


El Ballet Nacional hoy en día

Desde 2015, el Ballet Nacional es dirigido por el maestro y coreógrafo peruano Jimmy Gamonet, cuya principal apuesta ha sido la de redefinir la identidad de la compañía. Del eclecticismo de sus inicios -marcado por la confluencia del clasicismo y un neoindigenismo-, el Ballet Nacional ha evolucionado hacia una depurada estética neoclásica, en la que el énfasis se ha desplazado hacia la creación de nuevo repertorio.
Además de haber gozado de una exitosa carrera como bailarín principal en las más importantes compañías peruanas -el Ballet Moderno de Cámara, el Ballet Nacional, el Ballet Peruano y el Ballet de la Asociación Choreartium de Lima-, Gamonet ha sido bailarín principal del Oklahoma City Ballet, del Ballet du Nord y del Miami City Ballet. Sus obras han sido presentadas en Estados Unidos, Sudamérica y Europa, e incluyen cerca de 40 creaciones para el Miami City Ballet durante sus 15 años como Coreógrafo Fundador y Ballet Master de la compañía.

La filosofía artística de Gamonet nace del neoclasicismo -representado en otras latitudes por el trabajo de figuras como Balanchine y Forsythe- y se extiende a la exploración de las sensibilidades del movimiento contemporáneo. En esta nueva etapa de la compañía, la elegancia y la disciplina del clasicismo se mantienen, pero la emancipación del gesto y una nueva velocidad se imponen.

En palabras de Gamonet, "el neoclasicismo no es más que una forma de organizar el estilo, de usar lo que se ha ganado y de no ser arbitrario en la búsqueda de una nueva dirección". Este es precisamente el proceso por el que pasaron, en las décadas de 1980 y 1990, algunas de las principales compañías de danza en el mundo: el Ballet Real de Londres, el Ballet de la Ópera de París, el Kirov. Ese despertar hacia nuevos horizontes, esa actualización por medio del neoclasicismo, viene acompañada de una ganancia muy clara: la creación de espectáculos que no solamente educan y entretienen, sino que elevan el nivel técnico de los bailarines. Y esa es la misión que el Ballet Nacional tiene hoy en día.

La dirección está trazada. Y el momento es crucial, pues la compañía cumple 50 años de creación. El aniversario coincide con un periodo especial en términos de efervescencia artística. Entre las producciones de este elenco que desfilarán en 2017 sobre el escenario del Gran Teatro Nacional, destaca su primera colaboración con la Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil Bicentenario, junto a la que el Ballet Nacional presentará Apolo, de Igor Stravinsky, uno de los hitos del modernismo, en la afamada coreografía de George Balanchine.


La compañía emprenderá además una gira a la ciudad de Trujillo, donde ofrecerá una temporada en el flamante Teatro de la Universidad Privada Antenor Orrego. El año se cerrará con el estreno absoluto de una de las más ambiciosas creaciones de Gamonet hasta la fecha: una nueva coreografía de Romeo y Julieta, con música de Sergei Prokófiev.















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