Tradición
cultural y lo real maravilloso
Por: Manuel Gutiérrez-Souza*
La historia de los pueblos va más allá del acontecer
diario, es un sueño que interroga al pasado como hecho-ficticio, moldeando una
necesidad con imágenes y símbolos. Elementos religiosos o los que yacen
en la órbita de lo mágico, establecen este mundo como lugar del
bien-estar, ejerciendo el mago o curandero tareas sacerdotales: la medicina y los trabajos agrícolas que en
sus orígenes fueron la manifestación del primer culeo del hombre a la tierra, a la Mama Pacha, según
la terminología quechua.
Para el hombre de antaño la
agricultura no era simplemente una técnica profana de subsistencia ni dirigida a aumentar prodigiosamente los granos.
La agricultura fue un ritual que
mantenía al hombre inmerso en tiempos cíclicos de abundancia o de escasez. La
constancia en los ceremoniales tenía un
fin: provocar las fuerzas
vegetales, desencadenar la vida.
El surco para el labrador era una
zona sagrada. La mujer, la
fertilidad, el erotismo, la desnudez misma, fueron centros sagrados y fuentes ceremoniales.
Sobre este amor a
la tierra tenemos
numerosos himnos; las Geórgicas
de Virgilio o los consejos agrícolas de Tibulo, fueron cantos
primigenios a la agricultura.
La tendencia a lo maravilloso está unida al origen del pensamiento
mismo, sea porque es el
medio más inmediato y eficaz para que el hombre elabore una cosmogonía acorde con lo real,
o, en los límites de lo cotidiano
cada pueblo necesita de los estímulos del espíritu, como proyección de la
voluntad y del juego.
Real maravillosos son los héroes bíblicos, y una serie de personajes mitológicos que con habilidad tienen contacto con las
esferas celestiales: Enoch se va al cielo,
el sol se detiene para darle la
victoria a Israel, las murallas caen ante el sonido de una trompeta, y por último, los
cielos se abren; esto es en lo
real-maravilloso la lucha del
pueblo de Abraham por liberarse
de la opresión babilónica, egipcia o caldea.
Por ese entonces abundaron los prodigios, y con cierto tino se dice que Cristo resucitó a Lázaro; similares milagros hizo Apolonio de Tiana de quien se afirma se sirvieron
los evangelistas y
busca- dores de lo maravilloso
para usurparle su ciencia
mágica y demás actos mediunícos y agregarlos a
la personalidad del Cristo, quien no contento con resucitar y
tal vez aburrido descendió
a los cielos en
cuerpo y alma como siglos más
tarde Jo haría
Remedios la Bella; además,
bastante se ha difundido
que por aquellas épocas pulularon
los visionarios y lunáticos; hoy día, ya desterrados a
la leyenda y
disminuidos por el
tiempo no sorprenden,
queda sólo un elemento más humano
para su recuperación estética.
Lo maravilloso, lo fantástico que logra permanecer tiene
categoría de mito: es creación continua de una subversión cultural, cuyo autor es la multitud. El
cielo de Dante no hubiera sido posible sin estar precedido del
panteón griego, donde Zeus reina
en compañía de la celosa Hera y una
corte de Dioses ociosos, según
cuenta Ovidio. O aquel infierno
tenebroso, sin antes existir una
tradición cultural que otorgaba al héroe
el privilegio de descender al mundo de
las sombras: Ulises y Eneas anduvieron
entre las sombras. Y no olvidemos a los
piadosos medievales de la toscana que,
encerrados en las cortes para
ganar dichas, generaron una picaresca
altamente tonificante y precursora de
la española; halaguémonos al
recordar a Francesco de Barberino que murió cantando la belleza
y virtudes de su Constanza;
por similares épocas Dame cantaba
a Beatriz.
Son suficientes estas pruebas de re-lectura para indicar
que lo real maravilloso o lo
mágico no es hallazgo de ninguna
individualidad sino el aporte ingenioso de todo pueblo; no en
vano cantaba un amador: "un pueblo
sin poetas carece de proyectos
históricos, de quimeras y
ambiciones".
Sin embargo, cabe reconocer
que en la
literatura castellana, Alejo Carpentier ha dado un gran vuelo
imaginativo a este "realismo-mágico"; tenemos como muestra El Reino de Este Mundo,
un mosaico que muy bien podría ubicarse en aquellas escenas sobre el mármol
que cuentan la historia
de un pueblo
y sus héroes sobrenaturales.
Lo real maravilloso o
lo fantástico no son productos ajenos al medio ambiente, al hecho social
mismo; ante una catástrofe el hombre pide remedios para sus males inmediatos: es el deseo de sobrevivir, más que de vivir, lo que
origina ciertas maravillas que, conjugadas con el
aporte del creador, logra una alta
manifestación estética.
Un libro origina otro libro, la espontaneidad aún no ha
hecho prodigios. En el campo de la
creación el hombre no está
alejado de las referencias culturales;
cuanto mejor tenga éstas en
su haber y haya sabido asimilarlas, mayores serán
sus dominios y sus opciones de trabajo. En La Vorágine de Rivera, que se tragó a
Arturo Cova, o Canaima
de Gallegos, que
es un infierno
verde para la alucinación, encontramos unos
cuantos elementos que
Carpentier ha explorado con
la misma habilidad
al develar los diversos textos de los
cronistas, sobre todo
el diario de Colón
en versión del
padre Las Casas.
De esta manera, El
Reino de Este Mundo es el
proyecto maravilloso de un
pueblo con mitos y horizontes que se van tejiendo en
la lectura del
texto. Carpentier nos ofrece
un panorama enriquecido por
diversos personajes y
una variada gama
de paisajes americanos.
Lenormand (descifrando este nombre sería "el
normando") y su mujer Paulina, trasplantados de Europa, verán este continente como el
subproducto de sus fracasadas misiones evangelizadoras y mercantilistas.
Mientras que la
inmensa población no
tiene otro destino
que morir o rebelarse.
Sólo se es libre
en la rebelión
y para tal
osadía se buscan los elementos
propios, sus dioses,
se remiren a su entorno telúrico. Henri
Cristophe, su ferocidad, aunque fantástica, radica en
que coincide con
la realidad de
nuestras repúblicas. Solima, Ti
Noel, y Mackandal: el primero es justificación del status
quo, su tranquilidad legitima el orden colonialista; el
segundo, Ti Noel, es rebelde nato, soñador y
fantasmagórico, pues aún no
se ha concebido una
rebelión sin proyecto
de otro mundo,
por más emocional que
éste sea. Todo proyecto
nace del sueño, de la ficción,
cuando la realidad es adversa
a la vida misma. Ti Noel prepara a los
hombres para el mañana, es la sucesión de caídas y avances; quien ha vivido
una larga marginalidad
reivindica su ley
natural que aún no ha sido registrada
en ningún código sobre
Derechos del Hombre: el
futuro, la utopía.
Y el tercero,
Mackandal, el carismático
hombre de salvación,
cuyo dominio espiritual
sobrepasa barreras naturales,
es poder de
voluntad, afán de
dominar la naturaleza para hacer
actos relevantes. Todo
profeta en su
vida pública mostrará a
sus fieles sus
poderes sobrenaturales.
En El Reino de
Este mundo no
hay clericalismo ni
racismo, tan comunes en
la literatura, la
antropología y la
filosofía occidental; las
creencias y los
ritos son de
origen mundano y
regulan la vida cotidiana de todo
un pueblo: las
fiestas y las
danzas animan a la
rebelión, prolongan el
ritual aparentemente perdido
en el tiempo, y reivindican las
tradiciones populares, el
curanderismo, la magia, la
adivinación y el paganismo.
Kant siempre se
asustó de los
brujos en su
librito Filosofía de La Historia, que
parece ser guía espiritual de muchos pretendidos de la historia que adolecen de método; condena la brujería y
afirma, con escaso
tino, que los
brujos son salvajes elevando el
caso a razas,
"superiores e inferiores".
Hegel en sus
Lecciones de Historia
dice que el
brujo es aquel que
posee ciertos poderes
para hacer su
voluntad. Afirmaríamos,
sin caer en
los abismos del
error,que amaño
Dios fue un
brujo que hizo su
voluntad; pero esto
lo olvidó el
filósofo alemán, tal vez porque sus razones
estaban de cabeza
y no permitían
desnudar "la imagen y semejanza del hombre".
Convencido como estaba de que el Espíritu Universal animaba la historia, pensaba que las religiones populares"son subjetivas" por no estar incluidas en el dogma de enseñanza de un catecismo ni tener la necesidad de ser impuestas a la colectividad a través de ritos.
Convencido como estaba de que el Espíritu Universal animaba la historia, pensaba que las religiones populares"son subjetivas" por no estar incluidas en el dogma de enseñanza de un catecismo ni tener la necesidad de ser impuestas a la colectividad a través de ritos.
La idea que
tenía el lógico
de Jena acerca
de países como Asia
o América Latina no sobrepasaba los
comentarios de cronistas de
mentalidad colonial,
al extremo que ya
en su
texto, apasionado y polémico: La Razón en la
Historia refiere
que en la
América Latina "ha desaparecido la población autóctona", y que la población "activa" viene de Europa y que
lo que pasa
en América Latina tiene
su origen en
Europa, afirmando que
nuestro desarrollo está
condenado a una
dependencia constante; así
como nadie se puede
bañar dos veces
en el mismo
río, según el
Oscuro de Efeso, las relaciones entre América Latina
y Europa cambiarán, por exigencias del tiempo y
por otros considerandos obvios. Pero sería ingenuo negar
que nuestras nacionalidades no tienen tanto del pasado
prehispánico como del
aporte colonial. No
sostenemos que Occidente esté agorado, ni que cuando se adquiera cierto desarrollo
independiente América Latina rechazará tales aportaciones para encerrarse en sus fronteras. Por
encima de todos los juicios, la conquista, la república, han
sido hechos históricos y como
tal existen. "En cuatro siglos se ha formado una realidad nueva. La han creado los aluviones de Occidente", sostiene Mariátegui ( Peruanicemos el
Perú).
Contraviniendo
toda teorización apriorística, El Reino
de Este Mundo está
acompañado por los
tambores del ritual
iniciático del Vudú, donde
el trueno anima
los gritos de
los posesos. Se enfrentan dos
mundos: occidente, que necesariamente originará una simbiosis
cultural, según el leguaje
antropológico; y lo
telúrico, lo propiamente africano;
aquí los reyes
son guerreros, cazadores, jueces y
sacerdotes, diferentes a
los reyes europeos
"que se hacen regañar por
un fraile".
En el "Gran Allá" había príncipes duros, eran leopardos y hablaban con los árboles; ésta
es la existencia
de los símbolos que
permiten al hombre
entrar en contacto con el tótem de
su lugar.
Mackandal se
emparenta con esos
héroes míticos y
religiosos. Al igual que
Dionisio, Cristo o
Túpac Amaru, son sacrificados para proseguir en
el miro una obra diferente. Los numerosos actos
mágicos demuestran los
poderes del mago para
someter a la
naturaleza a su voluntad. La metamorfosis que también es
la constante en
toda fantasía, es
una preocupación en el
creador de amplios
recursos anecdóticos; recuérdese
El Asno de Oro de Apuleyo,
Lucio, nombre que
más tarde tomará
Cervantes para bautizar el
asno de Sancho;
Camino a Tesalia, tierra de la magia, es convertido en asno.
Mackandal se metamorfosea en
iguana verde, mariposa
nocturna; pero estos
trabajos de superación de sí mismo
en el mundo de la
magia preparan el
camino a la
gran rebelión y confirman el poder de voluntad como única pasión. De estas afirmaciones no estuvo muy
alejado el filósofo Schopenhauer al sostener la voluntad como el desplazamiento de
una conciencia con proyectos que solamente serán
posibles en la realidad; Wagner o Nietzsche, que heredaron
este mensaje, y tantos
otros, hemos llegado
a comprender que a toda obsesión que sobrepasa la
ética "normal" sub- yace
un hombre de
pasiones universales.
La búsqueda de lo
irreal como hecho
mítico da continuidad
a un movimiento que
desde las sombras
dirige Mackandal, es
el nivel propiamente fantástico
y a la vez político, en
el sentido de subversión, de
la literatura, por
eso no es
una extravagancia sostener
que en la
novela de este
continente "del diablo" lo
que se expresa con
más intensidad es
el deseo de vivir en constante
replanteamientos de lo
ficticio. Los devotos
piden al curandero remedio para sus males inmediatos; no
tendría sentido hacer rogativas a divinidades que
no postergan ilusionadamente estos
males de la existencia; así
el engaño asume
el encanto de
ser quimérico.
La metamorfosis de
Mackandal simboliza, según
la antropología, el grado más alto de dominio
que alcanza el
brujo. La Biblia está
llena de magos y hechiceros encubiertos que
celebran profecías,
semejante panorama nos presenta la mitología egipcia o griega; responde a esa conciencia colectiva
de todo pueblo y a la universidad de los símbolos.
En la estructura de
la novela, narrada como
cuento, se anuncian dos
planos: Ti Noel, realidad-testimonio; Mackandal, lo
telúrico, la otra historia, la oculta, los
proyectos de la
ficción.
Será maravillosa la
historia de todo
pueblo en su lucha por emanciparse y
construirá numerosas leyendas que prolonguen la vida del héroe, así
la cosmovisión popular
aunque carezca de los
excesos de la teorización logra
mejores posibilidades de
ser emocionalmente real.
Al lenguaje mítico
de ultratumba sucede
no sólo el afán de venganza sino
también su plano
sobrehumano que deja
cumplir las aspiraciones de
roda alma emocionada. Profundizando en
la procedencia de la
justicia sabemos que
es la venganza
antigua, así lo registran
los libros sagrados.
El Código de Amurabi
o La Ley de las Doce Tablas, el
ojo por ojo,
diente por diente
del Antiguo Testamento son muestrarios de
la justicia como
castigo para no hablar
de los reglamentos espartanos, severas
normas en "defensa de
la colectividad" que
en nada sobrepasan
las torturas permitidas en
las cárceles modernas
o la ley de
la Guillotina, aún vigente en
Francia, o la
del Garrote practicable todavía
en Inglaterra.
La venganza o
justicia acompañan siempre
a roda literatura que, al
menos, intente mostrar
una disociación de
mundos, Dostoyevski es
un ejemplo más
preciso, también lo
sería el Fausto.
Y no es nada
sorprendente hallar en
la literatura latinoamericana estos componentes
jurídicos que hacen
de suspense.
Todos los tiempos
se concentran en
El Reino de Este Mundo,
aparentemente cronológico; Ti
Noel lleva el
tiempo de las
causas justas, él es
la única medida
del tiempo, y
de la leyenda,
y trasmite estos hechos
majestuosos, de héroes,
a sus descendientes, ya sea mediante
el canto o el cuento,
propio de los
aedas, quienes agrandaban la
historia con la
ficción y mediante el
sueño revivían tiempos de
los cuales no
se tenía documento
escrito.
No se concibe
la existencia
de una comunidad
sin mitos ni leyendas, estos
se expresarán en
sus representaciones populares más íntimas:
danza, música, cerámica,
etc. El mundo
de la metamorfosis
por las cuales
atraviesa Mackandal, el
mandinga, es la proyección de
la voluntad de
negar que vive
en codo pueblo como fuerte
tendencia a lo
extraordinario, pero esto
es una faceta
de lo maravilloso y
en la realidad
tiene categoría de
imposible, sin embargo toda
realidad ha de
crecer con lo
ficticio y hasta a veces
con la
quimera, que es el
otro lado del delirio,
para no ser monótona y
no tener la
apariencia de inmovilidad.
Estas voces que
se alzan en
las sombras son
parres del conjuro negro
de los dioses Yoruba;
"Ogún de los hierros,
Ogún el guerrero, Ogún
de las fraguas... "; Ti
Noel, que mediante
sus embrujos hablaba con
las cosas inermes
y hasta con
su propia sombra, en
el plano real
comenta la existencia
de estos dioses rebeldes que
le producen inestabilidad al
hombre. No en
vano se hacen los
rituales, se trata
de conmover a
los dioses que
viven en el Gran
Allá, que es
la otra versión
del yo-multitud del hombre.
Monsieur
Lenormand de Mezy,
que ha perdido
la tierra y a sus dioses, es el testimonio de
la colonización, a esa
fase le sucede la
república, el mulato
que asume poderes
que Mackandal no previó; el
látigo pasará a
manos del nativo,
ya corroído y naturalizado en
su mundo, juzga
en nombre de
leyes que se
dictaron a 15 mil
kilómetros de distancia;
según el lenguaje
del sádico Jean Genet
(afirma con risa
en Severas Vigilancias): el negro
asumía el color del
blanco para provocar
un daño más
afectivo.
Y lo que
antaño fue rebeldía
y manumisión ha de
reproducir esquemas propiamente de colonización hasta
que la memoria
mítica del grupo, que
suele ser subversiva,
recupere sus ritos
y creencias en otras
ilusiones que la
acerquen más al
Reino de Este Mundo.
Cuadernos Americanos
(México DF, Nro. 6, nov-dic 1982, año XLI, págs. 140-148)
Nacido en el distrito el Cardo, provicia de Camaná, departamento de Arequipa (Perú) el 14 de enero de 1948. Su hermano Enrique fue alcalde de Camaná en 4 periodos (1981-83, 1984-86, 1996-98 y 1999-2002). Estudió primaria en su pueblo natal y secundaria en la Gran Unidad Escolar Melitón Carbajal de la ciudad de Lima. Retornó a Arequipa para estudiar en la Universidad Nacional de San Agustín. Muy joven empieza a buscar nuevos horizontes para sus inquitudes literarias (fines de los 70s): primero viajó a México DF, posteriormente a Canadá, donde estudió en la British University de Vancouver. De ahí se desplaza a Inglaterra y posteriormente a Francia. En tierras galas estudia Filosofía y Literatura en la Escuela de Altos Estudios de la Soborna, obteniendo el grado de doctor con su tesis “Sociología de las Religiones del Mundo”.
De su vasta producción literaria se puede destacar: “Los perros mueren en Cuba”, “Cantos de amor a la tierra”, “Jesús el Dios de los hombres”, “Así me lo dijo Arturo”, esta última obra fue ganadora en abril de 1978 de la 13va edición del premio “Vicente Blasco Ibáñez”. Tiene además, obra inédota, como las novelas: “Antología del cielo verde” y “Shiara”.
El alcalde de Camamá Alberto Murillo Motta (1972–1978) le confirió el Diploma de Honor de la ciudad. Actualmente radica en Madrid, España
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